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Hace un par de semanas, el Frente Nacional Anti-AMLO (FRENAA) decidió salir a las calles y acampar en la Alameda Central y ahora en el Zócalo. Lo grave no es esto, pues están ejerciendo con libertad y sin riesgo de represión su derecho a manifestarse y asociarse, sino que al siguiente día de iniciado su campamento, en medio de la lluvia, se evidenció que las casas de campaña estaban vacías.
El presidente no ha mostrado mayor preocupación y hasta declaró que si se juntan cien mil personas dejaría Palacio Nacional, la respuesta de la oposición fue convocar a más personas durante el fin de semana, mintiendo sobre el número de asistentes a esta convocatoria al igual que los medios. Pero si nos remitimos a las pruebas y, aunque el Zócalo lucía con más lleno que en días pasados, lo que debería preocuparnos es que un grupo de ultraderecha esté creciendo. Significa que un retroceso en derechos fundamentales podría dar pie a una convocatoria cada vez más grande en un país evangélico y conservador como lo es México y hasta el mismo presidente, aunque quiera negarlo.
No obstante, el proyecto propuesto por este grupo es contrario al que enarbola el actual régimen, por lo que no hay un punto de encuentro y la confrontación continúa, pero vale la pena analizar por qué hasta ahora, después de las fallidas manifestaciones en sus autos, las personas de derecha deciden salir a manifestarse con más medios y organización. Es evidente que no es el único grupo en descontento con el gobierno. Pero pensar en FRENAA como la cancha opositora es simplemente ridículo y preocupante.
Lo peor que podría pasar al final de este sexenio es que nuestro país transitara de un gobierno de “izquierda” a uno de ultraderecha con todos los riesgos que esto implica. Es reflejo de la descomposición social en el debate público y la poca capacidad de articulación de una verdadera oposición. Lo más cercano que tenemos es el movimiento feminista que, al menos en la Ciudad de México, ha sido reprimido cobarde e injustamente y que se vio nublado debido a la pandemia. Con todo y este panorama, la indignación e incertidumbre son suficientes para dejar de lado el estado de pandemia y salir a manifestarse, esto nos obliga a replantear lo que hacemos desde la crítica al gobierno.
Colectivos, organizaciones civiles, grupos de la academia y partidos políticos de oposición necesitamos con urgencia coadyuvar en una alternativa que nos permita hacerle frente a las crisis que tenemos encima y que no han sido atendidas. Aunque a dos años de gobierno AMLO tenga 62% de aprobación, no podemos negar que los cambios radicales que están aprobándose a diestra y siniestra afectarán gravemente en el corto plazo. La garantía de derechos fundamentales continúa siendo un horizonte lejano, la corrupción no ha terminado y la inseguridad e injusticia están en un alza histórica, por supuesto, con una notoriedad en la violencia contra las mujeres que no ha merecido la mínima importancia por parte del presidente.
Se junten 5,000 o 153,000 personas, la idea no debe ser sacar a AMLO de Palacio Nacional, al menos hasta que termine el sexenio, como marca la ley, continuar con la revocación de mandato también es un absurdo que en nada beneficiará al país en un futuro inmediato. Lo que debemos exigir es el cumplimiento cabal de sus promesas, que el desmantelamiento institucional, la omisión a la violencia contra las mujeres, el aumento en la delincuencia y la constante falta de oportunidades no son parte de ello. Si a esto agregamos el debate público tan desgastado y de defensa de personas antes de las ideas, el panorama que enfrentamos es sumamente complejo y requiere de atención inmediata.
Continuar en la misma narrativa agresiva y de poca propuesta no nos llevará a nada. De cara a un proceso electoral que será histórico, nos corresponde asumir la responsabilidad que implica construir una verdadera oposición que actúe y no solo hable, que atienda a la realidad y las crisis que vivimos y las que se avecinan. Pero esta no será mediante un grupo antiderechos, es momento de frenar la agresión y el odio para comenzar a construir y proponer desde una pluralidad que vele por el cumplimiento de los derechos y la justicia social.
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