La sociedad como parásito: Estética fílmica del clasismo

sábado, 11 de enero de 2020 · 02:10
Twitter: @citlaestrella
Es posible afirmar que los humanos carecen ante ciertos problemas de herramientas conceptuales, del mismo modo que las ratas no pueden resolver un laberinto de números primos.
-Noam Chomsky En pleno inicio del 2020, la situación mundial se vislumbra caótica: desastres naturales, conflictos bélicos y sociales tambalean nuestra tranquilidad. Muchas cuestiones de las que están sucediendo son consecuencia del insolente estilo de vida que llevamos como especie. ¿A qué me refiero con esta última afirmación? A que la humanidad llega a rayar en la arrogancia sobre su papel dentro del entorno. Pareciera que nuestras acciones como seres dentro de este planeta siempre son correctas y que somos superiores al resto de lo que está a nuestro alrededor, creencias que nos han orillado a vivir esta turbia realidad. No somos el último eslabón de la evolución, eso hemos querido creer para dar sosiego a nuestra vulnerabilidad e incertidumbre ante la existencia. Desde una mirada macro, solo nos ubicamos como agentes de un ecosistema, pero no como el pináculo del inhóspito universo que nos rodea.
Esta supuesta superioridad como especie, lo llevamos de forma irremediable al ámbito social ¿De qué forma?
A través de la división que se hace en diversos ámbitos: económico, profesional, estético, educativo, fisionómico, lingüístico, cultural, por mencionar algunos. Lo que desemboca en un frenético campo de batalla para los seres que habitamos este planeta. Siguiendo el orden de estas disertaciones, Parásitos (Corea del Sur, 2019) es una película que refleja la estructura fragmentaria de nuestra sociedad; donde solo algunas y algunos están destinados al privilegio, mientras que el resto tendrá que ingeniárselas para sobrevivir. El director, Bong Joon-ho, nos enfrenta a reflexionar sobre cómo actuamos en nuestro día a día ante la visión clasista que nos rodea como un pestilente estigma. La historia gira en torno a los dilemas que van a enfrentar dos familias al relacionarse entre sí. La gran diferencia entre ambas es el nivel socioeconómico, una opulenta y acomodada, y la otra llena de carencias. Su encuentro se produce debido a una serie de mentiras y son estas las que conducen -como una hilera de fichas de dominó cayendo- al fatídico desenlace del que como espectador no puedes salir ileso. A pesar de que solo el 1% de los ricos del mundo acumula el 82% de la riqueza global, lo cual nos lleva a pensar en una inequitativa élite, el resto de los habitantes del orbe no estamos exentos de realizar acciones discriminatorias y clasistas. Nuestra cotidianidad se llena de estos actos: repudiar el olor del transporte público, hacer distinción sobre lo que es pirata o de marca, despreciar el deterioro de una colonia o inmueble, beneficiar aquello que es instagrameable, alejarnos de lo repugnante y apreciar lo bello. Cuando en realidad, toda esta taxonomía y distinción es parte de un sistema pre-establecido que nos ha orientado a establecer dichos juicios sobre nuestra especie. Bong Joon-ho nos interpela de manera cruda y directa con su largometraje, nos hace darnos cuenta de que como sociedad lo que llamamos parásito no es exclusivo de un grupo determinado, todos podemos llegarlo a ser de una u otra manera. A partir de un exquisito humor negro que te hace reír ante desafortunadas situaciones, el director surcoreano nos muestra cómo esa familia estafadora no es la única dependiente, también los otros necesitan ávidamente de la servidumbre y de llenar su ego. La trama es una suerte de cadena alimenticia, donde pareciera que esos insectos que infestan el hogar de la familia carente- son una metáfora de aquello en lo que van a transformarse más adelante, y los que se creían los depredadores (familia acomodada) también se verá vulnerada.
Joon-ho echa mano de muchas analogías para ubicarnos en esta desigualdad: sótanos como morada y prisión...
... lluvias torrenciales que para unos es solo un imprevisto y para otros una tragedia, cumpleaños como celebración y desdicha. El acto final del film es apabullante, la decisión que toma Ki-taek, patriarca de los estafadores, es desconcertante, y deja una sensación ambigua hasta la última escena ¿Habrá llegado a su límite ante la petulancia del Sr. Park o ante su propia condición?  Cada personaje es un reflejo de los diferentes roles sociales, de los excesos que cometemos, de los anhelos que albergamos, de los secretos y prejuicios que encerramos, de los placeres y esfuerzos que realizamos. No son gratuitos los galardones que esta película se ha llevado: La Palma de Oro en Cannes y Globo de Oro como mejor película extranjera. Parásitos es más que una sátira social de ricos y pobres, es una radiografía de nuestro devenir como seres insertos en un voraz y cruel sistema social. Hace una clara estética del clasismo con el que convivimos y normalizamos como si fuera parte del aire que respiramos; ese aire que también nos lleva a marginar y pisotear al otro.

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