Twitter: @GNava1980
No te conozco personalmente, sé de ti lo mismo que muchos mexicanos. Conozco tu trayectoria política por la prensa y los medios de comunicación.
Sé que estas en la cárcel únicamente por lo que la prensa nos ha dejado saber y por lo que tú misma le has dicho a la sociedad mexicana.
De las razones políticas por las que has sido encarcelada, tú sabes la verdad. De lo que yo pienso sobre tu situación jurídica, prefiero reservar mi opinión porque siempre procuro tener todos los elementos de juicio, objetivos, críticos y sin sesgos ideológicos o políticos, y ahora mismo no los conozco.
Pero te quiero escribir porque tocaste un tema que para mí es de suma importancia: la realidad de las mujeres en prisión en este país. Tienes toda la razón, todas ellas están olvidadas, segregadas, discriminadas… porque todo el sistema penitenciario mexicano es en realidad el “bote de basura” de la sociedad, a nadie le interesa que realmente cumpla con la función de readaptación social con estricto apego a los derechos humanos, tanto a políticos y ciudadanos solo les importa que la “basura” desaparezca, y esa situación es miles de veces más grave para las mujeres que están en la cárcel.
Lo sé Rosario porque hace algunos años hicimos una investigación sobre criminalidad femenina. Como criminóloga he estado convencida de que en México es necesario tener más información científica sobre las mujeres y la criminalidad, la reacción del Estado hacia las mujeres que se supone, han cometido crímenes y sobre todo, si la justicia se aplica igual para hombres y mujeres.
Y te digo Rosario, lo que tú expones en tu carta es la realidad de todas las mujeres en el sistema penitenciario. En nuestra investigación supimos que las mujeres antes de estar en la cárcel fueron víctimas de violencia familiar por parte de alguno de sus padres o por parte de sus parejas. Y no hablo de violencia física, solamente sino de violencia económica y de violencia psicológica que acabaron con la autoestima y la auto valoración de las mujeres que entrevistamos.
Supimos que ellas eran codependientes de sus parejas adictas a drogas como el alcohol, la marihuana o la cocaína, que se sentían responsables por las conductas antisociales de sus parejas, como si ellas tuvieran la culpa, como si ellas hubieran provocado que su marido fuera adicto. Nunca contaron con una red de apoyo que les permitiera salir de esa relación, porque sus padres o hermanos vivían en otro lado o porque su misma familia consideraba que ya eran responsabilidad de su marido, no de ellos. Se involucraron en las actividades de narcomenudeo de sus parejas, y cuando fueron detenidas y procesadas junto con sus esposos a ellas las sentenciaron a 25 años de prisión, y a sus parejas a 10 años, en promedio por el mismo delito.
A muchas de ellas su familia las abandonó en la cárcel, porque les daba vergüenza que su hija, esposa, hermana o madre estuviera compurgando una pena. Otras vivían con la ilusión de volver a ver a su pareja, que estaba en el centro de readaptación social masculino. Otras estaban presas solo por ser indígenas, y por haber “secuestrado” a unos policías.
Si Rosario, lo que dices en tu carta es la realidad de las mujeres en la cárcel. Y efectivamente, son invisibles, olvidadas y victimizadas una y otra vez por sistemas de seguridad, justicia y readaptación social totalmente rebasados e incapaces de diseñar y ejecutar una política criminal que respete a las mujeres, que las trate con dignidad y equidad.
Ojalá Rosario que ahora que has expuesto lo que pasa con las mujeres en la cárcel, la sociedad, los medios de comunicación, las redes sociales, los tres órdenes de gobierno, los tres poderes de gobierno tengan el valor de ver a todas las mujeres que hoy son invisibles, humilladas y victimizadas en un sistema penitenciario completamente abandonado.
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