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México tiembla. Su clase política tiembla. La actual y la que se encuentra en la banca. El sexenio de Enrique Peña Nieto se ilustró como el más ganador de la historia. Uno donde todas las fuerzas políticas se unieron para dar paso al Pacto por México, un documento que contenía reformas estructurales que llevarían a México a salir del “ya merito”.

La idea era dar entrada al capital privado sin que el Estado perdiera su mano rectora. En la práctica, se buscaba que llegaran inversiones. Que México inflara los bolsillos del erario. La realidad fue otra: contratos irregulares. Algunos otorgados bajo presión o sobornos. El vínculo Lozoya-Odebrecht fue el más genuino. Luego, vinieron estafas monumentales como la Maestra, donde se desviaron 400 millones de dólares del Gobierno a través de 128 empresas fantasma.

La única detenida por ese caso es Rosario Robles, quien ocupó las carteras de Desarrollo Social y Desarrollo Territorial y Urbano, dos secretarías desde donde se orquestó este megafraude. Pero no fueron las únicas. Eso sí, Robles se ha mantenido en silencio desde Santa Martha Acatitla. Su ex jefe, Luis Videgaray y otros altos integrantes del Grupo Atlacomulco parece que ven sus vacaciones terminadas. La llegada de Emilio Lozoya, quien dice trae bajo el brazo al menos unas 24 horas de videos donde se ve a ex legisladores recibiendo dinero para aprobar la Reforma Energética. Para ellos habrá consecuencias. Quizá el linchamiento mediático. Para los que tengan fuero, tal vez venga un proceso para quitárselos y luego emprender acciones legales en su contra.

Pero para Peña y compañía (la mayoría del Grupo Atlacomulco), responsables directos de orquestar ese supuesto soborno, no habrá linchamiento mediático. Habrá un juicio. Tiene que haberlo. Si a eso le sumamos la búsqueda que se ha emprendido contra Tomas Zerón, policía quien se encargó de la investigación de los 43 normalistas de Ayotzinapa desaparecidos por el crimen organizado en 2016, el escenario se pinta más caótico para los poderosos mexiquenses. No olvidemos que Zerón fue acusado de sembrar el cuerpo de Paulette, niña de tres años que “desapareció” de su casa en Huixquilucan, Estado de México, y luego aparecer “muerta como resultado de un terrible accidente”.

Por supuesto que no solo nombres de priístas que legislaban en 2016 (año que se aprobó la Reforma) saldrán a la luz. Habrá algunos perredistas, quizá. Lo que si desaparecerá es el mito fundacional de la política moderna: el del Grupo Atlacomulco.

Ese Grupo ultrapoderoso que movió los hilos de la política nacional durante años. Incluso, algunos decían que si querías ser político, debías adoctrinarte con ellos. Hoy, eso podría quedar en un mal recuerdo. En el peor recuerdo de cómo debe hacerse política. Una política clientelar. Una política con billetes de por medio.

Esos viejos líderes. También dinosaurios, tiemblan. El PRI podría recibir el tiro de gracia. Un PRI que dice ha cambiado…la realidad es otra. La realidad es que su discurso no refleja lo que se ve ni en sus calles ni en sus gobiernos. Al tiempo.