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Las personas que tenemos la oportunidad e interés de seguir las conferencias matutinas y vespertinas para mantenernos informados sobre la situación de la pandemia por COVID-19 podemos entender que el riesgo no se ha mitigado porque hemos escuchado a López-Gatell decir hasta el cansancio que el fin de la Jornada Nacional de Sana Distancia no significa que las medidas sanitarias deban disiparse. El virus sigue latente y en la escala de mayor riesgo que hemos enfrentado desde que esto comenzó.

¿Pero qué pasa con las personas que no se informan con mayor profundidad y ven al presidente viajar a Cancún sin cubre bocas presumiendo orgulloso que se ha “domado a la pandemia”? Pareciera un error más de comunicación en el que la coordinación gubernamental entre lo que apunta la ciencia y la sensatez se anteponen ante las creencias y agenda prioritaria del presidente. Disminuir su importancia es poner en riesgo la vida de miles de personas, ignorar la realidad de los efectos devastadores que esta pandemia ha traído es empeorar la situación que viven los grupos en mayor situación de vulnerabilidad.

A esto sumemos la responsabilidad que tienen los medios de comunicación de informar de la forma más clara, sencilla y oportuna posible sobre lo que sucede en una situación extraordinaria que ha golpeado más a las que menos tienen y la poca intención que tienen muchos de no informar y enfocarse en un golpeteo político sin sentido en el que absolutamente nadie sale ganando.

Se están evadiendo muchas responsabilidades en todos los frentes mientras el INEGI informa que 12 millones de empleos se han perdido, 10 millones de éstos son informales, lo que nos da a pensar que el mayor problema no son las empresas injustas que despidieron a sus empleados cuando más necesitaban el empleo (por supuesto que es importante), pero hay un problema mayor:

Un gobierno que no ha sido capaz de regularizar un sistema laboral precario, sin derechos y cuya informalidad crece cada día más.

Lo que ya enfrentamos requiere medidas extraordinarias, no se trata de pensar en “si nos va bien” puede que este mes se pierdan menos empleos, se trata de los empleos ya perdidos que se traducen en incertidumbre de sobrevivencia para millones de familias que ya estaban afectadas desde antes de la pandemia y ven empeorar su situación día con día sin que los créditos ofrecidos o los adelantos de pagos de los programas sociales sean suficientes. No olvidemos que éstos no logran llegar a la totalidad de población en situación de vulnerabilidad ni tampoco olvidemos que esta crisis aumentará las condiciones de pobreza.

Este plan de reactivación económica contempla la generación de dos millones de empleos, 4 millones de créditos y apoyo al 70% de las familias y, reitero, seguirá sin ser suficiente para enfrentar una crisis sin precedentes que no contempla otra salida distinta a la de ofrecer estas medidas y continuar con los planes como si una Jornada Nacional de Sana Distancia no hubiera cambiado las condiciones de millones de familias que no saben si tendrá el sustento para alimentarse el día de mañana.

No podemos llamar “Nueva Normalidad” a la perpetuación e ignorancia de una realidad que ya nos rebasa y que está dejando atrás a las que más necesitan, ni tampoco se puede presumir que esto ha terminado y todo mejorará en los próximos meses. Se implementó un semáforo de riesgo que pone a prácticamente todo el país en una escala máxima de riesgo que será difícilmente mitigada de no tomar las medidas extraordinarias que la pandemia y un sistema fallido exigen, sin dejar de lado la corresponsabilidad que como sociedad debemos asumir continuando con el seguimiento de las medidas sanitarias indicadas.

Hoy más que nunca, la promesa de una transformación histórica toma sentido, pero para cumplirla necesitamos acciones contundentes, no palabras vacías o que contienen otros datos de una realidad paralela distinta a la que aqueja a las millones de familias que confiaron en un gobierno que se presume diferente.