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México está contagiado por el virus de la división. Y lo peor de todo es que este contagio vino desde el poder y sus liderazgos. Qué costoso está resultando para México este ambiente de división que nos lacera y ahonda las heridas de un país marcado por la desigualdad.

En medio de una emergencia sanitaria como la que vivimos el tema resulta más grave, porque en lugar de estar concentrados en salvar vidas, empresas y empleos, todos se recriminan y acusan, lo que demuestra la mediocridad de nuestros liderazgos.

Qué falta nos hace la guía de líderes con autoridad moral, con capacidad de acción y gestión de crisis y, sobre todo, con visión de futuro en medio de la incertidumbre. Se podrán criticar acciones del pasado como el Pacto por México y las alianzas entre los distintos sectores para compartir objetivos y acciones comunes.

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Qué lejos se ve esa posibilidad en medio de esta tormenta sanitaria y del tsunami económico que le precede. Qué triste que sea el propio presidente Andrés Manuel López Obrador el que siga alentando un discurso de división entre los mexicanos.

Un presidente que da la espalda a la realidad y que no concita ni llama a sumar para enfrentar la adversidad. Un presidente obsesionado con un discurso que divide y polariza. Que insiste en mantener obras que no servirán para reactivar el mercado interno ni para generar los empleos que requiere esta emergencia. Obras que solo se convertirán en elefantes blancos, como el Tren Maya o la Refinería de Dos Bocas.

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Qué triste que incluso su piel sea tan delgada como para censurar los dichos de personajes del deporte, como Javier “Chicharito” Hernández, y del espectáculo, como Thalía o Eugenio Derbez, porque osaron alzar la voz ante lo que pasa en México con la pandemia del coronavirus y la incapacidad de nuestras autoridades para tomar las acciones que las circunstancias ameritan.

Que no se extrañen los integrantes de la 4T de los reclamos y protestas que comienzan a crecer en todo el país y entre diversos sectores por la crisis sanitaria y económica que rebasa al gobierno. Si el discurso desde el principio hubiera llevado un llamado a la unidad, otro sería en este momento el rostro de nuestro país.

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Ahora el mundo nos ve divididos, con un liderazgo rebasado y soberbio, y con una dinámica nacional de desacuerdo que de verdad preocupa. Las crisis pegan peor y son más profundas cuando el ambiente es de división y destrucción. Los cimientos no resisten y el edificio institucional de viene abajo.

Y en medio de eso, la soberbia aflora. Andrés Manuel López Obrador gobierna para sí mismo, alejado de la realidad y envuelto en un halo de peligrosa soberbia.

Urge un acuerdo nacional que ponga por encima de cualquier interés particular, el interés y las prioridades nacionales. No hacerlo es la mejor receta para el suicidio.