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En los momentos difíciles es cuando el prójimo más necesita ayuda, cuando tendríamos que evidenciar nuestro lado más empático, esa parte tan nuestra que nos hace ayudar al otro, brindar apoyo, palabras de ánimo, hacer una donación o por lo menos no generar más caos, o al menos así se supondría que deberíamos de hacerlo, pero la pandemia que enfrentamos ha sacado el lado más obscuro y hasta el más extremo de la ciudadanía.

En cuántos estados de la República hemos visto ataques al personal médico, por simple “desinformación” y “antipatía”, pero esas personas son justo las que nos salvaran si tú o yo, lamentablemente fuéramos diagnosticados positivos con COVID-19 y termináramos internados en un hospital, los que estarán al pendiente de nosotros, nos brindaran su apoyo, nos cambiaran una sonda, cuidaran nuestra respiración, nos revisaran todos nuestros signos vitales, estarán ahí cuando ni siquiera tus propios familiares lo puedan hacer y finalmente nuestras vidas quedaran en sus manos… y ¿qué hacemos? ¿Rociarlos con cloro? ¿Atacarlos con café hirviendo? ¿Golpearlos…? Cuando en otros países, les aplauden, los reconocen.

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Ellos son los que se encuentran en la primera línea de batalla ante el COVID-19, con jornadas de más de 12 horas para cuidar la vida de un extraño, exponiendo su vida y la de su familia con el riesgo de contagiarse y a pesar de ello, ahí están para ofrecer sus servicios y salvar la vida de muchos, mientras algunos de nosotros estamos en la comodidad de nuestro hogar trabajando desde una computadora. Ellos también tiene familia y no pueden quedarse en casa, pero a pesar del panorama de incertidumbre, de la falta de insumos para atender a los pacientes, de los ataques, son los únicos súper héroes de nuestro país.

Así que hagamos una reflexión y empecemos hoy a empatizar con las enfermeras (os), doctores (as) y todo el personal administrativo de un hospital y también no olvidemos a todos las personas que depende al 100% de la sociedad en sus trabajos, en el –viene, viene-, en el –empacador- del supermercado, en las pequeñas tienditas de la esquina, en los repartidores, etc…

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Te invito ahora que tenemos  tiempo de sobra para nosotros, para reflexionar, conocerte y sobre todo para desarrollar nuestra empatía, y es que más que desarrollarla, es momento de ponerla a prueba.  ¿Queremos un país y una sociedad egoísta que no piensa en los demás? Ojalá estos días, sí nos contagiemos todos  pero de mucha empatía y solidaridad. Que estos tiempos difíciles solo sirvan para analizar qué queremos y cómo queremos ser como sociedad en el futuro próximo.