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Cuando fueron las elecciones presidenciales de 2018, conocidos y amigos, muchos de ellos férreos opositores del proyecto conocido como la cuarta transformación, criticaron mi abierto apoyo a la candidatura de Andrés Manuel López Obrador, actual mandatario de México.

“Nos va a llevar a una devaluación. Vamos a ser como Venezuela”, espetaban muchos de los críticos del ‘Pejenomics’.

A punto de vista personal, como egresado de una escuela de pensamiento con tintes de izquierda, lo planteado por Andrés Manuel en el plan de la cuarta transformación no sonaba disparatado.

Por primera vez desde que tengo memoria, un candidato presidencial hablaba abiertamente de la desigualdad del ingreso nacional y ponía el dedo en la llaga sobre el tema de la corrupción.

El supuesto fortalecimiento del papel institucional del Estado para proveer seguridad, en todas sus acepciones, a los ciudadanos soñaba como un plan formidable para alguien que ve con hartazgo que el modelo económico de los últimos 30 años tiene sumida en la miseria a una buena parte de la población mexicana.

López Obrador ganó la elección presidencial y el 1 de diciembre de 2018 asumió el poder. En un acto histórico, con profundas dimensiones performáticas, el líder de la cuarta transformación recibió el Bastón de Mando de los pueblos indígenas y habló de 100 promesas a cumplir durante su gestión.

Hoy, a un año dos meses de haber iniciado su mandato, las cosas no van ‘viento en popa’ para el político tabasqueño.

El crecimiento económico anual de 4% ,que dijo López Obrador alcanzaría en su primer año,se vio opacado por la incertidumbre financiera que generaron algunas de sus decisiones como la cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de CDMX y la presentación del nuevo plan aeroportuario, que no termina de convencer a inversionistas y operadores.

De cara a los conflictos que enfrenta el gobierno de AMLO en materia de seguridad, economía, educación y otros tantos rubros, el ejercicio de la conferencia matutina se convirtió en burla. Este viernes con la confirmación de lo que muchos temíamos: el avión presidencial se rifará a través de la Lotería Nacional.

Aunque el mandatario confirmó que los ganadores de la bolsa de 2 mil millones de pesos, repartidos en 100 premios de 20 millones cada uno, serán en dinero y no en especie, se pretende que la población sea quien, con su ‘buena voluntad’ realice la compra de la aeronave.

El país enfrenta graves problemas y el gobierno de AMLO se ha dedicado por casi dos semanas a hacer el ‘ridículo’ hablando del tema del avión presidencial.

La sugerencia de la rifa, al más puro estilo de una comedia de mal gusto, no vino más que a agregar el componente indignante.

Muchos votamos por López Obrador para ver a un Estado fortalecido, no para su desmantelamiento no razonado e impulsivo.

Como siempre en México, el proyecto de la cuarta transformación está resultando más discursivo que operativo, una verdadera decepción.