Por Pedro Casas Alatriste L.
Twitter: @PedroCasas
Cuando pensamos en innovación a nivel mundial e histórico, ¿quién ha sido el verdadero responsable?, ¿el Estado, su infraestructura y sus incentivos?, ¿o genios talentosos pensando debajo de un árbol o trabajando en un garaje?
De acuerdo con la profesora Mariana Mazzucato, es sin duda el Estado el responsable de las grandes innovaciones. Tesla, Apple y Google, los tres, han sido resultados de grandes proyectos de financiamiento e inversión de riesgo por parte del Estado americano. Asimismo, su tesis resalta cómo la empresa privada por naturaleza tiende a alejarse de proyectos de alto riesgo, que suelen ser aquellos los que desatan las grandes disrupciones.
Asimismo, en el libro Start-up Nation, Dan Senor y Saul Singer, presentan la tesis donde uno de los mayores factores para llevar a Israel a ser de los países con mayor número de startups y fondos de inversión per cápita en el mundo, ha sido la instauración de un sistema militar obligatorio. De esta manera se genera un ecosistema de colaboración, desarrollo de habilidades y de relacionamiento, con el objetivo de resolver los problemas del país. Además de esta política, los autores mencionan que la inmigración y una serie de políticas públicas que facilitan la innovación, son el conjunto de soluciones que han logrado llevar a Israel a lo que es hoy.
No obstante, esta semana Tomás Bermudez, representante del Banco Interamericano de Desarrollo en México, y María Ariza, directora de BIVA, presentaron durante un debate auspiciado por la asociación civil En Esta Esquina, múltiples ejemplos de innovaciones lideradas por el sector privado en los últimos años que han logrado potenciar mercados y solucionar problemáticas sociales que de otro modo no hubieran sido atendidas. Resaltaron que en todas partes del mundo el sector privado esta liderando iniciativas que atienden situaciones que históricamente se pensaría que le correspondería al gobierno solucionar; salud, acceso a servicios básicos, infraestructura digital, cambio climático, energías renovables, inclusión financiera, entre otras.
Durante el mismo ejercicio, el Mtro. Carlos Guaipatín, resaltó que, en los primeros veinte años de este siglo, no han habido innovaciones disruptivas como lo fue el Internet, el telégrafo o la penicilina, en su momento y a su vez, Nallely Valdez incitaba a imaginarnos un sistema donde todo funcionario público que debe, por naturaleza, trabajar en la resolución de los problemas sociales, tuviera como eje rector de su trabajo, la innovación.
¿Deberíamos entonces apostar por el Estado o por la iniciativa privada como motor de la innovación?
La respuesta es ambos. El mundo está pasando por un momento de ruptura de paradigmas, las responsabilidades que anteriormente adjudicábamos a lo público o a lo privado, están cambiando. Las dinámicas sociales, políticas y económicas, acompañadas del avance tecnológico, nos llevan a replantearnos las estructuras previamente concebidas. Mientras la geopolítica mundial tiende hacia los nacionalismos o los regionalismos, considero que estos son solo un síntoma de un modelo fallido sobre el cual tenemos que construir uno mejor.
Las dinámicas público-privadas deben de reforzarse a través de la colaboración nacional e internacional. Los mecanismos utilitaristas y las grandes distinciones entre el gobierno y la empresa son unos de los grandes errores de este sistema fracasado. Si el mundo quiere innovar de nuevo – realmente innovar de manera determinante – el sector privado y el gobierno deben unir fuerzas para acabar con los grandes problemas que vive la sociedad del Siglo XXI: pobreza, desigualdad, corrupción y cambio climático. Como propone el Dr. Dani Rodrik, tenemos que cambiar nuestra concepción de las políticas sectoriales y de producción, hacia un modelo donde las políticas de productividad y crecimiento económico nos lleven hacia un proceso de colaboración, público-privado, donde se pueda aprender, experimentar, monitorear y revisar, de manera coordinada, los objetivos para solucionar los grandes problemas que nos acogen. Si orientamos nuestros esfuerzos a innovar sobre las problemáticas sociales, en vez de pensar en crear el nuevo Facebook o el nuevo Uber, será entonces cuando la sociedad en su conjunto – impulsada por ambos sectores – volverá a generar una disrupción histórica.