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Actos de poder

Este fin de semana se reportaron dos hechos que tienen que ver con el uso de los espacios públicos. Uno en Guadalajara y otro en la Ciudad de México. Ambos los conocimos por las redes sociales.

En Guadalajara, Jalisco, la artista Flor Amargo padeció la incautación de sus instrumentos cuando se echaba un “palomazo” con sus fans en una calle de Guadalajara.

Por tocar en la calle para obtener recursos, le quitaron sus instrumentos y seguramente le dijeron que estaba violentando artículos Bandos Municipales o leyes que solo conocen el inspector o policía que los inventa.

Otro caso fue el de una quinceañera que quería tomarse una foto en la explanada del Palacio de Bellas Artes. Miembros de seguridad que resguardan el recinto argumentaban que “el reglamento y la ley federal” prohibían tomar la foto.

¿Cuál fue la falta administrativa en la que incurrió Flora Amargo por hacer uso de un espacio “público” y tocar para quienes se reunieron con ella? ¿Qué daños causaría la foto de una quinceañera en la explanada de Bellas Artes si esa fotografía no tenía fines lucrativos?

Solo recordemos que las plazas principales de todas las localidades de nuestro país, desde donde se ubican los más modestos kioscos hasta el Zócalo de la capital, son escenarios para eventos de tipo político, artístico y cultural.

¿Por qué un ciudadano, que no pretende privatizar el espacio público para su actividad no puede tocar una decena de canciones o tomarse una foto en lo que nos han dicho que nos pertenece a todos los mexicanos?

¿Ya se nos olvidó el uso religioso que se le dio a Bellas Artes para alabar a un pederasta, pero una foto si es motivo de una prohibición?

Lo sucedido con la niña que quería su foto de quince años en la explanada de Bellas Artes y la incautación de los instrumentos de Flor Amargo en Guadalajara debería ser un buen motivo para definir que sí puede y que no debe hacer la autoridad cuando un simple ciudadano quiere hacer uso del espacio que es suyo y de otros, y no de las autoridades locales y sus intereses monetarios.

La Letrina. Enrique y su esposa, Meghan, renunciaron a sus privilegios, incluidos los fondos públicos con los que viven. Eso sucede en Reino Unido, cuando un miembro de la familia real decide vivir por sus propios medios. Eso debería hacernos reflexionar en México cuando los vulgares ambiciosos solicitan licencias a cargos de elección popular para “meditar”, y lo hacen viviendo como reyes. Les aseguro que no lo hacen con recursos de sus bolsillos.