La posverdad mañanera

viernes, 6 de septiembre de 2019 · 08:31
Twitter: @CLopezKramsky Tal parece que nos hemos acostumbrado a que el país se convulsione cada semana con temas y problemas que parecen sacados de alguna película de ficción, algunos, o de comedia, otros; hemos normalizado el circo en la política. Los escándalos mediáticos sin sustento se acumulan sin parar y hemos llegado a un punto en donde es casi imposible seguir la pista de los acontecimientos nacionales serios. Las “mañaneras” del presidente López Obrador han contribuido mucho a esta explosión informativa, pero no son el único elemento en el escenario. Es fundamental aceptar que el presidente López Obrador tiene un completo dominio del entorno mediático y eso es un ingrediente con el que no estábamos acostumbrados a lidiar. El presidente comunica muy bien los temas que le interesan y utiliza esta habilidad para enterrar todos los problemas que no quiere tocar o sobre los que no desea profundizar. Así, hoy se está volviendo común tener dos líneas de comunicación en México: la primera, que explota a partir de lo que el presidente comunica en sus conferencias diarias o en sus giras de fin de semana y, la segunda, soterrada, que trata de seguir retratando lo que sucede en realidad en el país. En este contexto, se ha vuelto altamente probable encontrar información sobre el caldo, la quesadilla o el taco que el presidente desayunó en un pueblo de la sierra de Oaxaca, pero muy complicado contar con información certera y abundante que nos permita entender qué está pasando en Tepalcatepec, Michoacán, o que nos esclarezca los motivos que originaron una masacre como la de Coatzacoalcos, Veracruz, en la que murieron 30 personas asesinadas por un comando armado. Tal parece que el incremento en la cantidad de información proporcionada por el presidente ha derivado –intencionalmente o no- en un fenómeno de desinformación generalizado.  Y en esto, los medios de comunicación, la oposición al gobierno federal y una buena parte de la sociedad civil tenemos mucha responsabilidad, pues hemos caído en la trampa informativa y se ha magnificado todo lo que el presidente emite, aun cuando sean evidentes mentiras. Me explico. Si el presidente, una mañana, en la que tiene un problema grave en la mesa, para evadirlo, decide llamar “Comandante Borolas” al expresidente Felipe Calderón, todos los medios de comunicación repiten la nota y, por su parte, la oposición partidista se indigna públicamente con ello y se lanza en una cruzada para demostrar que es una falta de respeto y para probar que el sexenio calderonista tuvo un mejor desempeño que el actual. Error: eso es lo que el presidente quiere; que discutamos sus temas y ocurrencias, pero no el problema que en realidad aquejaba al primer mandatario.
Si seguimos discutiendo lo que el presidente nos pone sobre la mesa cada mañana, no vamos a tratar lo que en realidad importa.
El país está atravesando por una etapa muy complicada en muchos aspectos; la seguridad está en crisis en una gran parte del territorio nacional e, incluso, empiezan a aparecer territorios en los que parece asomarse una guerra intestina –como Tepalcatepec, esta semana- sin que haya visos de preocupación institucional. Mientras enfrentamos al presidente en su arena, la de la posverdad, la economía nacional se estanca sin que haya atisbos de recuperación; mientras nos indignamos por las declaraciones sin sentido en las “mañaneras”, cientos de miles de empleos se extinguen por todos los rincones del país. Si seguimos así estamos destinados a fracasar como país, no solo porque el presidente tiene una bocina más grande, sino porque, además, cuenta con un ejército virtual que reproduce y posiciona sus ideas y declaraciones –no importa qué tan disparatadas sean- en las redes sociales y, con ello, domina la discusión pública. México merece que discutamos lo que en realidad importa y que no nos dejemos arrastrar por un discurso estéril que crea bolas de humo.
La arena del presidente es la de la posverdad y ahí es imbatible.

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