Nuestros migrantes al Congreso

miércoles, 4 de septiembre de 2019 · 09:46
Twitter: @AGuerreroMonroy Alrededor de 11 millones 848 mil 600 mexicanos residen fueran de México. De estos, el 98% radica en Estados Unidos. La mayor parte de los paisanos que viven al otro lado del Río Bravo, abandonaron nuestro país -a lo largo de décadas- para ir a buscar refugio y mejores oportunidades laborales que, desesperados ante la marginación, en su país no pudieron encontrar. Muchos de ellos han afrontado todo tipo de dificultades en su camino al norte. Vivir y trabajar en una sociedad que con frecuencia es hostil con el inmigrante no les ha sido nada fácil, muy por el contrario, han tenido que sortear múltiples obstáculos como el peligro de la persecución y el maltrato, entre otros. Su esfuerzo y tenacidad en largas horas de trabajo -generalmente extenuante y apartados de donde viven- ha permitido que tengan mejores posibilidades y mayores ingresos en un país donde, a pesar de todo, la vida les es posible. Los migrantes nunca olvidan a los suyos (con frecuencia dejan atrás a los hijos con los abuelos, quienes asumen por años el papel de padres) y con devoción y constancia envían gran parte del producto de su trabajo a su familia, a su tierra, por la que guardan especial querencia y a la que con ilusión esperan regresar. Para darnos una idea de lo que se recibe en México por remesas, estas ascendieron a 33 mil 470 millones de dólares en 2018.[1] Tan sólo en el primer semestre de 2019, nuestros migrantes enviaron en total 16 mil 845 millones dólares, registrando un récord histórico.
No sobra decir que las remesas han permitido que el consumo privado en México se haya mantenido relativamente fuerte en años recientes.
Estos montos dan cuenta de la importancia económica de las remesas como una de las principales fuentes de divisas en el país -las cuales tienen una importante incidencia en el desarrollo de sus comunidades de origen-, propiciando una importante derrama económica así como creación de fuentes de empleo (que paradójicamente es la carencia de esto último lo que ha motivado su diáspora).
La presencia de la comunidad mexicana en el exterior y su derecho a participar políticamente, ha sido un tema de discusión en las últimas tres décadas.
Desde el otrora Instituto Federal Electoral, ahora INE, se han emprendido esfuerzos para contribuir al ejercicio del derecho a la ciudadanía sin importar el lugar de residencia. Esta gran población que sigue siendo mexicana y que aporta mucho a su país, ha estado relegada de la toma de decisiones de la vida pública de México. Por ello resulta imprescindible darles voz y representación en el Congreso de la Unión, donde podrían abordar temas coyunturales para atender el fenómeno migrante -tanto en sus causas como en sus efectos- es decir, en ambos lados de la frontera. En virtud de lo anterior, la comunidad migrante requiere de un mínimo de legisladores federales -que por su número y representatividad-, cuenten con la capacidad necesaria para generar políticas públicas que los beneficien. Ellos demandan, considero que con justa razón, ser valorados en los presupuestos que se diseñan año con año y que parte de la importantísima contribución económica que hacen a México, se devuelva convertida en programas sociales y políticas de desarrollo para esta comunidad y sus familias. Del mismo modo, solicitan que se les represente de manera oficial y se abrogue por sus causas ante congresistas y autoridades norteamericanas. Para hacerlo realidad, la propuesta de la comunidad migrante sugiere que el Instituto Nacional Electoral emita una Acción Afirmativa a través de la cual se promueve que los partidos políticos nacionales propongan candidatos migrantes por la vía plurinominal. Se plantea que -bajo el principio de máxima inclusión-, se respete en la selección la equidad de género y se incluya a los dreamers y millennials los cuales funjan como enlace generacional. Todo ello con el propósito de que la comunidad migrante participe en el diseño de una agenda legislativa que atienda sus legítimas aspiraciones y aporte mayores elementos para su protección en ambos lados de frontera. De esta manera, se busca que con el consenso de los partidos políticos nacionales y el acompañamiento de autoridades electorales así como de actores políticos y sociales, se avance para valorar y dialogar respecto a la propuesta migrante. Se dice que quien migra se desarraiga. No es así porque siguen vinculados familiar, social, cultural y afectivamente con su país; no sólo aportan a su desarrollo económico, sino que también generan trabajo, riqueza e impuestos. La propuesta debe ser analizada a profundidad.
La voz migrante merece ser escuchada en el Congreso de la Unión. Siguen siendo parte importante de México.
  [1] De acuerdo al Sistema de Información Económica del Banco de México. Ingresos por Remesas (CESI), enero a diciembre de 2018.