¿Para qué la democracia?

miércoles, 18 de septiembre de 2019 · 02:00
Twitter: @HigueraB "La democracia es el peor sistema de gobierno diseñado por el hombre, con excepción de todos los demás". -Winston Churchill El domingo pasado coincidieron dos conmemoraciones: el tradicional grito de Independencia mexicana y el Día Internacional de la Democracia. Esta coincidencia es un buen pretexto para detenernos en el camino y pensar las razones por las cuales nos debe de importar a los ciudadanos conservar y ampliar la democracia que existe en nuestro país.

La búsqueda permanente

Aquellos que son anti demócratas –llámense autoritarios, populistas de derecha/izquierda o militaristas- siempre cuestionan la existencia de la democracia en México. La respuesta es que sí existe, pese a todos sus defectos. Para prueba un botón: entre 2000 y 2018 se han realizado cuatro elecciones presidenciales, teniendo lugar un cambio de partido en el poder en tres de esas ocasiones. Esto significa que las instituciones, el marco legal y constitucional de nuestro país son democráticos y funcionan. Punto.
La democracia electoral no soluciona los problemas de forma mágica, esa forma de pensar nos coloca a la altura de cretinos y farsantes como Vicente Fox.
No es perfecta, quizá nunca lo sea, pero sin duda funciona y aquéllos que se empeñan en aferrarse supuestos fraudes del pasado (que en ocasiones quedan solo en sus mente) como justificación para desmantelar  nuestra democracia y sus instituciones solamente tratan de negar la realidad como estrategia política. Ya lo dice el dicho, si algo no está roto no hay porqué arreglarlo…a menos que tengamos una agenda diferente. La democracia electoral no soluciona los problemas de forma mágica, esa forma de pensar nos coloca a la altura de cretinos y farsantes como Vicente Fox, que decía que todo se solucionaría YA, por el mero hecho de elegirlo, y que los conflictos se solucionaban en 15 minutos. No lo emulemos.

Lo que está en juego

En México existen profundas raíces históricas que dan como resultado problemas intrínsecos a la sociedad mexicana. Nos decimos pluriculturales e igualitarios pero seguimos siendo profundamente racistas y permitimos el feminicidio como si ambas coas fueran naturales; nos decimos derechos y honorables pero casi nadie está dispuesto a pagar sus impuestos o a negar una mordida, pues el que no transa no avanza; decimos ser demócratas pero al llegar al poder hacemos todo lo posible para sacar raja y cambiar las reglas del juego para perpetuarnos, incluso si eso significa violar la constitución y mentir, tal como lo hace el gobernador electo Bonilla en la actualidad. Lo que nos jugamos con esa falta de congruencia entre los dichos y los hechos son las pocas libertades y derechos que se encuentra afincadas en nuestras leyes. Fortalecer, ampliarlas y profundizarlas es la única forma que tenemos de crear una democracia real y sustentable. Los grandes hombres, las dictaduras individuales y dictablandas  de partido y los destinos manifiestos son una falacia peligrosa, que nunca han dado buenos resultados, basta ver la estela que dejaron durante el siglo XX y lo que va del XXI en nuestro continente.

Nuestro papel

Los ciudadanos demócratas aceptamos los retos y desafíos que implica nuestra condición autoimpuesta. Contra las visiones iluminadas o ideológicas, no tenemos un mapa de ruta hacia el paraíso terrenal y por tanto podemos experimentar en nuestros planteamientos y preferencias a la hora de votar o al ejercer el poder público. Sabemos que no tenemos la respuesta única e indiscutible y por eso mismo podemos ver el panorama completo. Tenemos la madurez de aceptar al vencedor de una elección, aún si lo detestamos y, de manera muy particular, no realizamos acciones para desmantelar, erosionar o dañar nuestro sistema político. Trabajamos para vencer en la próxima elección, en lugar de buscar aumentar nuestro periodo en el poder o de erosionar tal o cual gobierno por ser “un peligro”. Y por encima de todas las cosas sabemos que las leyes se pueden cambiar y mejorar, que la construcción de la ciudadanía y la democracia pasa por un proceso legislativo largo y sólido.
Al final, la democracia nos sirve para eso, para que sepamos que las cosas pueden mejorar y pueden cambiar gracias a que nosotros, los ciudadanos, decidimos tomar nuestro lugar y ejercer el poder.
En eso consiste la coincidencia de ambas fechas: el grito de independencia era un reclamo de justicia y derechos para aquellos que no los tenían y el día internacional de la democracia nos permite recordar que los derechos se ganan  y amplían a través de nuestras acciones. Así que la respuesta para mí a la pregunta que abrió esta columna es: la democracia sirve para construir, juntos, un mejor futuro y garantizar que mi voz será escuchada. ¿Qué opina ustedes, querid@s lector@s?

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