Tambores de guerra: Estados Unidos y China ¿qué pasa en realidad?

jueves, 12 de septiembre de 2019 · 09:46
Por Diego Jiménez Álvarez Twitter: @decnja Tras los desafortunados atentados del 11-S, Estados Unidos se embarcó en una longeva campaña contra el terrorismo que lo llevaría a todos los confines del mundo y le exigiría dedicar su total concentración en términos estratégicos, militares, diplomáticos y presupuestales al rubro de la seguridad, descuidando otras áreas. En ese mismo año, China aceptaría seguir una serie de máximas por haber ingresado a la OMC. Desde 1980 hasta el 2018, el promedio de crecimiento anual en el PIB estadunidense fue de tan solo 2.58%, mientras que el de China fue de 9.46% permitiéndole que, a partir del segundo trimestre de 2010, su economía con 1.33 BDD se convirtiera en la segunda más grande del mundo, hasta que, en 2014, en términos de poder de paridad de compra, superó a la estadunidense con 17,632 BDD frente a 17, 416 BDD, aunque para 2018, la economía estadunidense siguió siendo la más grande con un PIB de 20,494 BDD respecto al PIB chino de 13,608 BDD.
Asimismo, China comenzó una expansión financiera, comercial y de cooperación.
[caption id="attachment_71780" align="aligncenter" width="604"] Fuente: gestion.pe[/caption] En África, en mayor medida, y América Latina exporta manufacturas; ofrece financiamiento; y, principalmente, proyectos en infraestructura en sectores energéticos, transporte y minerales. Como respuesta, obtiene petróleo, materias primas como madera, acero, cobre y tierras raras, vitales para la fabricación de tecnología. En el Pacífico, concretamente en su principal arteria de tránsito: el mar Meridional, China se hace de su dominio mediante el control, y construcción de islas artificiales entre las islas Spratly y Paracelso; argumenta dominios históricos; la soberanía de esta zona permitiría la explotación de nodos marítimos, recursos energéticos y control del tráfico marítimo. Paralelamente, pertenencias e iniciativas chinas rivalizan con el dominio occidental, por ejemplo: los BRICS con el G7; el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura con el Banco Mundial; el Consejo de Shanghái con la OTAN; la compraventa de petróleo con yuanes y no dólares; y el proyecto tricontinental: Una Franja, Una Ruta. Además, ha aumentado sus capacidades militares: construcción de portaaviones; espaciales: alunizaje de la sonda Chang e-4; y en ciberseguridad. Lo anterior ha generado cautela por parte del gobierno estadunidense al grado que, en 2011, la entonces secretaria de Estado, Hillary Clinton anunció la reorientación de los intereses estadunidenses, dislocándolos del Medio Oriente al Pacífico, al tiempo que el presidente Obama lanzó el acuerdo de asociación transpacífico, un bloque económico con la fachada de aumentar el comercio en el Pacífico, pero que estaba destinado a contener, comercialmente, a China; en respuesta, China lanzó la asociación económica integral regional. Con el prolegómeno de la Cuarta Revolución Industrial y bajo la égida proteccionista del gobierno estadunidense, se ideó la estrategia de imposición arancelaria -argumentando la violación de los principios de la OMC- a industrias claves chinas: acero y componentes tecnológicos para la fabricación de la inteligencia artificial, y es que China lanzó su proyecto Made in China 2025 que pretende apuntalarla como potencia hegemónica tecnológica, implicando riesgos en los campos cibernéticos y de misiles balísticos para Estados Unidos. Sin embargo, China también respondió con aranceles a los productos producidos por las regiones afines al proyecto de la actual administración gubernamental estadunidense: agrícolas y manufactureros; desencadenando así la guerra comercial.

*Diego Jiménez Álvarez es internacionalista y miembro del Programa de Jóvenes del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales.

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