El atropello en el Congreso

martes, 10 de septiembre de 2019 · 02:31
Twitter: @FernandoNGE

Plaza Cívica

Si la cultura de falta de respeto a la ley ha representado un lastre histórico para el país, algunos destacados cuadros morenistas parecen querer reencarnarla con sus previsibles consecuencias. El último capítulo en este sentido lo observamos en el intento reeleccionista de quien preside la Cámara de Diputados, Porfirio Muñoz Ledo, un suceso que rompe dañinamente con la tradición, los acuerdos y las reglas en la máxima cuna de la democracia mexicana. Porfirio Muñoz Ledo es uno de los más estudiados, conocedores y experimentados miembros de la clase política del país. Comenzó su carrera en la lejana década de los setentas durante la caótica administración de Luis Echeverría Álvarez y desde ese entonces ha pasado por innumerables encargos públicos. A sus 86 años de edad es diputado federal por Morena y presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, uno de los puestos políticos de mayor trascendencia en el país.
Morena gobernará ahora, pero no gobernará para siempre; su actitud de atropello será recordada por las otras fuerzas políticas.
Sin embargo, el problema surge cuando el decano de la política mexicana desea reelegirse con el apoyo de Morena, el Partido del Trabajo (PT) y el Partido Encuentro Social (PES), violando la tradición, los acuerdos y las reglas. La tradición se viola porque, como bien lo recordó el actual diputado morenista Pablo Gómez Álvarez, desde 1997 las fuerzas políticas llegaron a un acuerdo para rotar la Mesa Directiva, “en el cual participó, entre muchos otros, Muñoz Ledo” (Enrique Méndez y Roberto Garduño, Control de San Lázaro, por interpretación de Ley Orgánica: Gómez, La Jornada, 01/09/19). Los acuerdos se violan porque al comenzar la legislatura tanto Morena como PAN y PRI acordaron que la Mesa Directiva se rotaría y que cada partido la asumiría por un año hasta terminar la legislatura. Peor aún, las reglas se violan porque el artículo 17 de la Ley Orgánica del Congreso General de los Estados Unidos Mexicanos garantiza que dicha presidencia recaerá en los dos grupos parlamentarios con mayor cantidad de diputados durante el segundo y tercer años de legislatura y siempre que no la hayan ejercido (siendo el caso de PAN y PRI). A la violación de una tradición seguida por todas las fuerzas políticas, de un acuerdo pactado al inicio de la legislatura y de un reglamento muy claro hay que agregar la intentona por cambiar la ley, las mayorías artificiales de Morena y el patrón reeleccionista. Por una parte, la diputada morenista Dolores Padierna quiere modificar la ley para que el partido que obtenga una mayoría absoluta pueda mantener la Mesa Directiva durante toda la legislatura, porque “hoy, no se necesitan incentivos ni prebendas para alcanzar consensos” (José Gerardo Mejía, Padierna presenta iniciativa para que Morena mantenga Mesa Directiva de diputados, La Razón, 08/08/19). Por otro, resulta importante recordar que durante las pasadas elecciones los mexicanos no le otorgaron esas mayorías abrumadoras a Morena, sino que estas fueron producto de lagunas en la ley electoral aprovechadas por Morena: el partido puso a sus cuadros como candidatos de otros partidos políticos, ganaron y, al protestar el cargo, se cambiaron al grupo parlamentario morenista (Ciro Murayama, La captura del Congreso por Morena, Nexos, 01/07/19). Finalmente, el gobernador-electo de Baja California por Morena, la presidenta nacional del partido, el presidente morenista de la Mesa Directiva del Senado y el presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de diputados se quieren, bajo un pretexto u otro, reelegir, y el presidente de la República ha dicho que no se reelegirá. ¿No resulta todo esto ya un tanto sospechoso? Morena gobernará ahora, pero no gobernará para siempre; su actitud de atropello será recordada por las otras fuerzas políticas. Más vale corregir rumbo y tomar el camino de la institucionalidad, el respeto a las reglas escritas y no escritas, y la mejor tradición democrática de la izquierda. Porque el futuro siempre viene demasiado rápido.

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