De los discursos no amorosos

jueves, 8 de agosto de 2019 · 08:01
Twitter: @AGuerreroMonroy Después de dos guerras mundiales y vergonzosos episodios de genocidio ocurridos en el siglo XX, resulta sumamente preocupante el resurgimiento del discurso de odio. Más aun, se infiere alarmante en sociedades donde se tiene la impresión que la tolerancia a lo distinto o diverso es muy amplia, y en donde se reconocen avances sustantivos en términos de libertades y oportunidades. Con pena asumimos que lo anterior es dudoso. Con tristeza vemos surgir renovadas retóricas que degradan y promueven prejuicios que derivan en violencia. Este discurso que supura odio y resentimiento, no sólo divide sociedades y siembra discordia, sino que atenta contra la dignidad intrínseca de cualquier persona, con derechos inalienables e iguales para todas y todos. La dramática y lamentable matanza en El Paso -prácticamente una ciudad binacional en la que cada uno de cuatro residentes es inmigrante y muchos de sus ciudadanos han sido naturalizados-, nos obliga a reflexionar que no debemos alimentar, desde ningún ámbito de la sociedad ni del poder público, los prejuicios, esos que nos llevan a la discriminación y a la persecución; esos juicios tan negativos que terminan, al final del día, en el exterminio. Generalmente en sociedades receptoras de migrantes, el discurso transgresor se ha ensañado con grupos en situación de vulnerabilidad como lo son quienes llegan a nuevas tierras para buscar mejores oportunidades laborales y de seguridad así como tener un mejor nivel de vida. Inexplicablemente (es evidente que por razones políticas sin medir consecuencias) desde las más altas esferas del poder público, se ha construido un discurso de rechazo extremadamente violento en su contra, haciéndolos ver como los principales responsables de factores sociales negativos como criminalidad y desempleo. En otras sociedades, al calor de las contiendas electorales y políticas, salen a resurgir prejuicios por diferencias en la condición social o económica y hasta ideológica o formas de pensar discordantes. Considero que es sumamente peligroso incitar este discurso al interior de una sociedad. Basta recordar el fatídico año de 1994, cuando 800 mil ruandeses (muchos de ellos niños y mujeres) fueron asesinados por sus mismos compatriotas en cuestión de días por sólo pertenecer a un grupo étnico determinado.
No promovamos el discurso del odio y evoquemos los aciagos días (y vergonzosos para la historia de la humanidad) del exterminio nazi y de Ruanda.
Al escribir estas líneas soy testigo de la convivencia en armonía de cada una de mis mascotas. Tan opuestos y con sus peculiaridades, pero respetándose y amándose a pesar de sus diferencias en una misma casa. Una sociedad avanzada reside en respetar al que no necesariamente piensa como nosotros o tiene otro tono de piel. La historia nos ha revelado que la riqueza de las sociedades reside en su pluralidad de ideas, creencias, preferencias, razas y costumbres. Ante un dolor como el que sufre El Paso –tierra de todos en donde no importa el color, el idioma o los papeles- y sufrimos todos, países de todo el mundo como Alemania, Austria, Canadá, España, Francia, Países Bajos, Polonia,  Sudáfrica, Reino Unido, Finlandia, Italia y muchos otros más, han manifestado su solidaridad con México.
No alimentemos el discurso del odio ni dividamos a nuestras sociedades. Sólo así contribuimos a evitar que prive la irracionalidad y la violencia.

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