'Diálogo' de necios

martes, 27 de agosto de 2019 · 08:30
Twitter: @HigueraB "Todo necio confunde valor y precio". -Antonio Machado Al mirar la arena política pareciera que México sufre de un divorcio típico, en el que la necedad es el elemento central. Por un lado  los políticos de la vieja guardia que, al igual que un marido en falta que cree que todo se puede arreglar de forma fácil, sienten que todavía se puede retornar al  2000 o al 2006. En el otro tenemos  a la nueva élite gubernamental que, como esposa agraviada, se encuentra en una actitud de revancha en la cual no repara en nada con tal de llevar a adelante su vendetta personalísima y en tercer plano están los hijos, representada por la sociedad en general, que tiene años en el abandono y que no quiere tomar bando por ninguno de los padres, pues siente que ambos son igualmente responsables. [caption id="attachment_68897" align="aligncenter" width="459"] Fuente: claraavilac.com[/caption] Y de la misma forma en que una pareja decide hacerse pedazos en las cortes y ganar lo que consideran que es justo, sin pensar en las consecuencias que acarrean a sus vástagos, en México los grupos nuevos y viejos de poder están enfrentados en un abrazo de hierro que en lugar de ayudar, asfixia lentamente a la sociedad. Sin embargo, la peor parte es que nosotros, los ciudadanos de a pie y la sociedad civil organizada, en muchos casos comentemos  los mismos errores que los actores políticos y en lugar de buscar el diálogo, nos  plantamos en nuestra posición (por incorrecta que sea), adoptamos una actitud desafiante ante el otro y, en vez de tratar de razonar/dialogar, gritamos, vociferamos como energúmenos y si no es suficiente hacemos uso de las manos, un bat o la pistola que juramos que solo era para defensa personal.
Nos hemos divorciado de los demás y, como si estuviéramos en campaña, neceamos que siempre tenemos a razón en todo, sin importar que hagamos.
Esta necedad de tener la razón siempre y en todo, sumada a la impunidad que hemos cultivado entre todos desde hace décadas se refleja  en todo momento, solo basta salir a la calle y transitar unos 15 minutos para ver ejemplos de esto. Como botón de muestra, les cuento cosas que me han ocurrido constantemente en la salida de mi casa a dejar a mis enanos a sus escuelas:
  • Al salir de casa abro el portón del garaje se atraviesan al menos tres personas, muchas veces adultos con sus hijos pequeños, que ni se fijan si sale coche ni que está pasando alrededor por estar absorbidos por los celulares en sus manos y se ofenden si se les llama la atención por su imprudencia (ojo, me refiero a esos que pasan sin mirar más que la pantalla, sé que tienen preferencia). Incluso en una ocasión una madre joven madre me recordó a la mía porque se detuvo a textear justo en la salida y tuve que frenar de improviso para no atropellarla y a su hijo pequeño.
  • Sin duda esta ciudad requiere de todas las soluciones de movilidad y es una excelente idea que están a la disposición de todos, bicicletas y monopatines para ayudarnos. Lo que me parece terrible es que los usemos impunemente como un arma o herramienta de agresión. En el trayecto a la escuela me cruzo, casi invariablemente una chica que viene en contra sentido en avenida que no tiene esa opción y maniobrando de tal forma que invade el carril de los automóviles, muchas veces ha estado a punto de sufrir una colisión. Si le haces una señal o usas el claxon su reacción es pintar el dedo, las reglas no se aplican a ella ni siquiera las de la física.
  • Llegamos casi a la escuela y en la glorieta de Sucre un tipo se pasa el alto y avienta su automóvil de tal forma que debo volantear en una maniobra que evitar  un aparatoso coche. El costo es un golpe y un rayón a lo largo de mi propio vehículo. El susodicho cafre sigue su camino y no sé si no se entera de nada o simplemente no le interesa.
  • La fila para dejar a los críos en la escuela: por dejar espacio de seguridad (un metro más o menos) con respecto al coche de adelante una mamá en una camioneta con cristales ahumados se mete en la fila para dejar a su vástago. Al bajarme a indicarle que debía hacer fila como los siete coches a los que se metió, su única respuesta es una risa y decirme que soy un “agresor y pendejo”. Bonita educación por medio del ejemplo, pienso.
  • En el trayecto a la segunda escuela me debo meter por una calle normal de colonia, un solo sentido. Por supuesto que un conductor, haciendo gala de su educación, decide que para no dar una vuelta a la manzana es mejor correr a 80 o 100 kilómetros un tramo de 70 metros en sentido contrario. Por no ver si había coches, casi se estrella de frente conmigo, nuevo recordatorio de mi progenitora cuando le digo que tenga cuidado y que está en sentido contrario.
Podría hablar de otros escenarios. El súper y la señora que te avienta el carrito sin motivo, el trabajo y la persona 2protegida” que roba ideas y oculta información porque “es así” e impide el avance de los proyectos, el oficial que sentado en su patrulla no se mueve al ver las infracciones de los transeúntes y conductores…miles más podríamos mencionar Cualquier parecido en las discusiones que abundan en los medios de comunicación y redes sociales entre políticos opositores y gobernantes, entre expertos en materias como la energía y políticos (dentro y fuera del gobierno) o entre políticos y ONG´s, no es pura coincidencia sino producto de nuestro arduo trabajo en favor de nosotros mismos y nadie más. Sinceramente, pocas cosas me parecen tan desgastantes como ver que los políticos o puedan expandir su razonamiento o su discurso más allá de la auto confirmación y de la descalificación burda e infantil de los que no lo aplauden o le dan la razón. Sin embargo, nada preocupa más que ver replicado en cada uno de nosotros esa actitud, aun a costa de poner en riesgo nuestra vida y la de nuestros hijos en muchas ocasiones.
No caigamos en el mismo diálogo de necios en que se encuentran sumidos los que luchan por el poder.
Nosotros tenemos todo para perder y muy poco que ganar. La humildad es una virtud y la inteligencia una cualidad. Usemos ambas mientras nos miramos al espejo, quizá así veamos que no se trata de que yo tenga que hacer siempre lo que quiero, sino de que hay que hacer lo que está bien y seguir las reglas para que todos estemos mejor. De otro modo, nuestra vida y convivencia están condenadas. No nos divorciemos de nosotros mismos.

Otras Noticias