Cronopio

viernes, 23 de agosto de 2019 · 10:02
Twitter: @LuzJaimes Hoy en día pocos quieren ser cerros, prefieren ser ciudades o playas. Nadie les ha explicado que no hay huella digital ni voz igual a otra. Que nadie cuenta las historias como el otro. Que no nos volveremos a encontrar. Y nadie quiere ser Cronopio. Dicen que están vivos y que sueñan. Desde arriba se les ve dormidos, muertos. El tiempo no es consuelo; se parece más a un arma. No pueden dormir, cierran los ojos y miran entes redondos de colores, Cronopios.
Los atormenta el recuerdo de otros entes. Recuerdo de mestizaje y migración.
Cuando se fundieron unos con  los otros. Uno de ellos imagina mucho, ve cosas. Le pone nombre a las palabras, las inventa. Es un hombre solitario y muy alto, de esos que miran tanto el cielo como el piso y lloran en el cine. [caption id="attachment_68483" align="aligncenter" width="594"] Fuente: designificado.com[/caption] No es un hombre orquesta ni quiere serlo. Fuma y vuelve a fumar. Tiene un acento sureño cuya guturalidad francesa lo adorna y hace complejo. Con un ojo te mira y con el otro escribe. Mitad cuerdo y mitad loco. Surrealista. Es un hombre que busca el otro lado de las cosas. Camina de su habitación al parque, camina, camina y camina. Luego vuelve, escribe, escribe y escribe. Juega, juega y juega a la rayuela e inventa nuevas formas de contar; múltiples. Hay un latido en esas letras con sabor a jazz. El exilio cotidiano se refugia en fantasía. Ahí, en esa tumba sencilla, única y difícil de encontrar están los restos del Maestro que también se enamoraba y describió los besos como nunca nadie más lo hará.