La marcha marchita

martes, 20 de agosto de 2019 · 08:10
Twitter: @LaKathirina "No estoy de acuerdo con lo que dices pero defenderé hasta la muerte, tu derecho a decirlo". -Voltaire. Nunca he estado de acuerdo con las marchas. No obstante, en más de una ocasión, las circunstancias me han llevado a contemplar la posibilidad de ir. ¿La ocasión más reciente? La marcha del viernes 16 de agosto, la que protestó por la específica violencia e inseguridad que sufrimos las mujeres. Son pocas las semanas en las que, a diario, me sienta en calma respecto del bienestar de las mujeres a mi alrededor. Me preocupa mucho (¡muchísimo!) que mi hermana, mi mamá, mis tías, mis amigas, mis primas, mis conocidas, estén seguras; que al final del día, regresen a sus hogares, íntegras y con la esperanza intacta de poder salir al día siguiente. Pensé en ir a la marcha porque tengo esta sensación de opresión y ansiedad trabada en el pecho, de impotencia y vulnerabilidad, de poderme sentir plenamente segura, de no poder proteger a todas. Pensé en ir a la marcha. Lo pensé docenas de veces, durante días, porque este sentimiento se siente como una fiera que necesita salir, y sin embargo, reparé en los contras. Pensé en todas las marchas de protesta, que tenía registradas en mi memoria. Recordé sus típicos finales tristes y de profunda desilusión.
Múltiples notas en diversos medios, distintos encabezados, distintas fotografías, y su innegable aspecto en común: el énfasis en “la violencia desplegada por manifestantes”.
Reparé en los contras. Estaba segura de que no fallaría la vieja táctica de los grupos de choque, que luego los medios de comunicación mal llaman como “anarquistas”. Y así fue. Una y otra vez me topé con los videos del reportero golpeado, de la estación del metrobús con sus vidrios rotos, las pintas en paredes y monumentos; en comparación con lo minimizado y desapercibido, lo verdaderamente importante: la cantidad de mujeres que asistieron, las marchas que se dieron en otros estados, los motivos por lo que se protestaba, las razones por las que las que cientos de mujeres tomaron la calle, para llamar la atención de las instituciones, de las autoridades, del gobierno. Algunas solíamos creer que ya no tendríamos que vivir con este grito de desesperación ahogado, con la necesidad de limosnear  la empatía del gobierno por la situación que vivimos. Solíamos creer.
Solíamos creer que con una mujer al frente del gobierno de la Ciudad, nuestra situación, ya no sería ajena. Y aquí estamos, otra vez, reclamándole a las instituciones seguridad y justicia.
Reparé en los contras. Pensé en que la marcha protestaba hacia las mismas autoridades e instituciones que durante años, han ignorado la urgencia de nuestra situación, las mismas que infiltran personas para dar la nota amarillista, la misma de la que se cuelguen los medios de comunicación más influyentes, los mismos medios que difunden su contenido e impacten en la mayoría de la opinión pública, la misma que terminará por reprobar la marcha, por la “violencia de sus manifestantes”, dejando de lado, lo que debería estar como prioridad. Me di cuenta, que los contras, pesaron más. No obstante, comprendí que el camino no debe ser por ahí porque, de lo contrario, se sigue cayendo en la misma trampa del sistema institucional. Las marchas posicionan, inintencionadamente, a la opinión pública como enemigo; es la trampa. Creo que debemos recalibrar, buscar la alianza y la simpatía ahí, reconstruir el tejido social, re-hacer comunidad.  

Otras Noticias