Twitter: @HadaCosquillas
Hay momentos en los que uno no es realmente consciente de lo que acontece en la vida. El mundo va y viene como si uno mismo fuese espectador de la existencia misma. Hoy recuerdo a Schopenhauer cuando dice:
“Por consiguiente, en lo bueno y en lo malo, y dejando aparte las desgracias graves, lo que uno se encuentre y le suceda en la vida importa menos que el modo en el que sienta, es decir, el tipo y grado de su sensibilidad en todos aspectos”.
-Schopenhauer, 1818.
¿Esto qué significa? Que no hay nada malo ni bueno en la vida sino el modo en cómo la percibimos e interpretamos.

¿Qué hay después del fin de las lágrimas? ¿Qué pasa cuándo ya no se es capaz de llorar? ¿Cuándo el sollozo es meramente una especie de grito silencioso? Pasa la esperanza.
Sí, hoy vivimos tiempos de penurias como diría el pensador de la Selva Negra, sin embargo, se vuelve complejo poder ver la luz, sino se estuvo en medio de la penuria.
La felicidad, ese concepto tan mal logrado, tan tergiversado resulta tan buen acompañante del sufrimiento y la soledad pues no hemos comprendido del todo que para ser feliz, basta existir y ya. Pero tal pareciera que siempre le debemos a la vida el estar y que tenemos que padecer la vida para ganarnos la felicidad como si fuese esa estrellita pegada en la frente cada viernes a la salida del kínder.
Nos condicionaban de tal forma que si no obtenías la estrellita simplemente te sentías un fracasado pero no todo mérito se nota, ni todo valor se grita.
Hay en la vida quienes generan demasiada bondad a pesar de sus sufrimientos o padecimientos. La vida es felicidad pero nos inculcaron que la vida es una especie de camino recto por el cual andar sin salirse de la raya, pues así lo expresan algunas madres ¿no? “Anda hijo vaya pero, sin salirse de la raya” como si el salirse de la raya fuese un acto de maldad cuando yo hoy aplaudo cualquier paso obsceno con tal de que sea fuera de ese camino que tan sólo replica la aburrición e infelicidad.
Como si la felicidad fuese una especie de experiencias coleccionables manifiestas con cuestiones materiales, el ‘check list’ existencial ¡patrañas! Digo yo.
Cuando se agotan las lágrimas, duele, porque ya no hay contrario a la alegría, porque nuestro cuerpo dice “ya no más” y entonces todo parece haber culminado como un mal film, de esos en los que sabes que terminó porque aparecen los créditos y prenden la luz en la sala de cine y aún así sigues preguntándote ¿en serio así acabó?.
Cuando el llanto ya no aparece en las ventanas de tu alma, es porque entonces viene la esperanza de sentir algo diferente; sólo no te niegues, transita por cada emoción que devenga porque eso somos, devenir y ya, ya no seamos tan presuntuosos, no hay credo, no hay nacionalidad, no hay ideología en la antesala de la muerte que nos convierta en inmortales o nos haga más especiales con respecto a otros. Tan sólo somos un instante en el tiempo del universo y desde lejos, todos nos vemos idénticos.