La corrupción somos todos

martes, 18 de junio de 2019 · 08:30
Twitter: @gerardohdz_p 

Sobre la mesa

Estamos acostumbrados a ver la corrupción a gran escala, en altos niveles de gobierno y empresariales, pero la verdad es que la corrupción es parte de nuestra vida cotidiana y practicada por un buen número de ciudadanos.

¿Te pasas el alto y le ofreces mordida al tránsito? ¿Le pides a un maestro que te ponga una calificación que no mereces? ¿Condicionas la entrega de un programa social?

Podríamos seguir formulando preguntas, pero vamos a conformarnos con esas por el momento, lo importante aquí es que, si tu respuesta es sí, lamento decirte que nada te diferencia de las personas corruptas en el gobierno o en la iniciativa privada.

Es cierto, hay de corrupción a corrupción y algunas acciones perjudican más que otras, pero al final de cuentas, esta palabra deriva de “corromper o corromperse”, de acuerdo con la Real Academia Española (RAE). Esto significa hacer todo lo que está mal. Pero al final, todas las acciones indebidas se traducen en una sola palabra: corrupción.

Vivimos en un país pues, en el que criticamos todo lo que pasa arriba y normalizamos las acciones de abajo con diversas justificaciones como “la necesidad obliga”. Es cierto, en México hay 53.4 millones de personas en pobreza (el 43.6% de la población) y 9.4 millones en pobreza extrema, según el Coneval.

Está claro que tenemos una nación de muchos contrastes, pero la frase “es por necesidad”, en varias ocasiones se convierte en una mentalidad para vivir y esa misma mentalidad es la que puede tener un funcionario que gana 60 mil pesos mensuales y al que sencillamente eso no le da.

Tenemos tan normalizada la corrupción que, en el sistema de procuración de justicia, en los ministerios públicos para ser exactos, es una ley no escrita el hecho de repartir dinero para medio tener acceso a justicia.

Recuerdo un día en el que me asaltaron dos veces: el primero fue porque se metieron a mi casa a robar y el segundo, porque el agente de investigación (ese es su cargo) me pidió “para el refresco” ¡Claro! Porque es algo común tener que darles dinero por hacer su trabajo, en donde, ya reciben una remuneración al cargo del erario, así que es como si les pagaras doble.

Gobiernos van y vienen y nadie puede acabar con estas prácticas porque no es un asunto de gobierno, es un asunto de valores en la sociedad, de una educación que está fallando desde casa.

Otro ejemplo claro de corrupción se está presentando en el programa Jóvenes Construyendo el Futuro y no precisamente por las autoridades, sino por las propias personas. Hay empresas que llegan a un trato con los beneficiarios para inscribirlos a cambio de un porcentaje de la beca.

Sí, la Secretaría del Trabajo y Previsión Social tiene parte de responsabilidad, porque no existen sanciones ni para los empleadores ni para los jóvenes que recurren a estas prácticas. Deberían existir sanciones porque se trata de recursos federales; además, ese dinero hace falta en otras áreas como salud. Con más razón deberían sancionarlos cuando estamos en el sexenio en el que la corrupción no se tolerará.

Pero tampoco le quitemos responsabilidad a los patrones y los jóvenes que se están prestando a esto, cuando Jóvenes Construyendo el Futuro no es para eso, no es ni si quiera un programa de empleo. Se trata de una iniciativa para mejorar la empleabilidad mediante la capacitación en un entorno de trabajo real.

¿Por qué debería enojarnos lo anterior? Porque es un programa que se financia de tus impuestos, vaya es un dinero que no llega a la mesa de tu casa porque es tu aportación económica para que el Estado pueda abonar a la construcción de un mejor país.

Ante la crisis de valores que tenemos en la sociedad, es necesario que reflexionemos si en nuestro actuar individual y cotidiano no terminamos siendo lo mismo que criticamos.

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