La marihuana es una droga y una planta sagrada
El pasado miércoles 21 de marzo se llevó a cabo en el Senado de la República el Foro Marihuana México, organizado por la senadora Jesusa Rodríguez, quien estuvo varios días en los reflectores debido a sus declaraciones atrevidas e irreverentes. En este orden de ideas, y pese a la precariedad del reporteo sobre el foro, los titulares enmarcaron la discusión fuera del foco habitual respecto al debate regulatorio sobre salud centrado en lo farmacéutico/medicinal, y en el enfoque jurídico con horizonte de seguridad y derechos, que, si bien son imprescindibles en vísperas de la aplazada normatividad de los derivados farmacéuticos de cannabis, así como la inminente regulación para uso adulto responsable, no son el único ángulo.
[caption id="attachment_43264" align="aligncenter" width="600"] Fuente: mexico.com[/caption]En este sentido, las notas principales llevaron encabezados como: “La mariguana es como el clítoris” y “La mariguana no es una droga, sino una planta sagrada”. Por lo que el reporteo extraído de declaraciones sacadas de contexto y “chacaleos” logró colar a los titulares de medios impresos y digitales un debate respecto a la historicidad, prácticas entorno a la marihuana y su representación social en el ámbito político, científico y cultural.
Habría entonces que, particularizar en la marihuana y entender su devenir histórico al ser un producto utilizado como fibra y remedio herbolario de larga data en Asia y Europa, el cual se incorporó rápidamente a la farmacopea y a la religión indígena americana, la cual tuvo una prohibición temprana pues según los cronistas; “los indios la utilizaban para otros fines”. En perspectiva, al ser parte de la farmacopea accesible en los mercados populares con las llamadas yerberas durante la colonia y en el periodo del siglo XIX, su institucionalización dentro del ambiente de la farmacia antigua en las boticas permitió que se incluyera en las “droguerías” y en las tensiones pertenecientes a los discursos nacionalistas y eugenésicos propios de la época.
En este orden de ideas, tanto en la academia como en la vida cotidiana se ha convertido en una práctica común, equiparar a las “drogas” con el estereotipo de lo ilícito y lo hedonista. Por lo que, la agenda académica crítica respecto a estas sustancias ha puesto un balance sobre cómo algunos productos de los más consumidos en el mundo como el tabaco, el café, el té y el cacao tienen propiedades que alteran la mente y poseen características simbólicas religiosas o ritualistas en la construcción de identidades individuales o colectivas.
Por su parte, la antropología hecha en México ha sido una pieza clave de la agenda académica sobre la recopilación de evidencia arqueológica, material, histórico-antropológica y documentación etnográfica de las prácticas por parte de las culturas nativas, las poblaciones urbanas y el actual momentum de las sociedades interculturales y post industriales en relación con las sustancias psicoactivas, utilizando nociones antropológicas derivadas de la concepción del hombre físico y el hombre espiritual, apropiando el concepto de sustancias o plantas sagradas sobre todo pero no exclusivamente entre poblaciones originarias.
En conclusión, habría que replantear que, si bien las sustancias carecen de moralidad, las personas o las colectividades depositan cargas simbólicas las cuales deben ser respetadas y tomadas en cuenta para los debates regulatorios sin necesidad de hacer escarnio o cuestionar su legitimidad, en el entendido de que México es un país pluri étnico y multicultural.