Crónicas del CISEN

miércoles, 13 de marzo de 2019 · 08:00
Twitter: @MauricioAceves  Cada país tiene la necesidad de atender su propia realidad en relación a la seguridad nacional, en el caso mexicano las amenazas internas y externas se han fortalecido y han contribuido a la generación de nuevos riesgos, situación acentuada por diversos factores, entre ellos la ausencia de continuidad en las instituciones de seguridad y de inteligencia civil, principalmente derivado por las transiciones democráticas que suelen tener el efecto de frenar procesos indiscriminadamente, siendo la seguridad y la inteligencia rubros especialmente sensibles, las decisiones no emanadas del análisis o la existencia de errores derivados de curvas de aprendizaje pueden comprometer la seguridad nacional y directamente vidas humanas. Las agencias de inteligencia han acumulado con el tiempo percepciones negativas en la población y son vistas con recelo por personal del mismo gobierno, hecho en gran medida propiciado por la leyenda negra heredada de las oficinas de inteligencia del siglo pasado -sobre todo de la Dirección Federal de Seguridad- y por los personajes adscritos a ellas, usualmente relacionados a la falta de escrúpulos, a ilícitos y a actos propiamente autoritarios para la consecución de ambiciones políticas particulares, actividades sin relación alguna al patriotismo, a la vocación de servicio o a la defensa de la nación, rasgos axiomáticos de un servicio de inteligencia digno de ser reconocido con ese nombre. [caption id="attachment_42128" align="aligncenter" width="600"] Fuente: El Diario de Coahuila[/caption] El siglo pasado heredó al CISEN la difícil tarea de ganar la credibilidad de sus superiores y de la población, aunado a la responsabilidad de identificar amenazas a la seguridad nacional, de contribuir a preservar la integridad, estabilidad y permanencia del Estado Mexicano y de dar sustento a la gobernabilidad como lo señalaba la normatividad entonces vigente. El CISEN modificó y modernizó su estructura a marchas forzadas para insertarse en el escenario post-Guerra Fría y luego para enfrentar las dinámicas internacionales posteriores al 9/11 y a la sofisticación y diversificación criminal en el contexto interno. Existieron usos desvirtuados, vulnerabilidades y fallas en el CISEN, algunas ligadas a problemas de dirección clásicos y otras relacionadas al sistema democrático presente, siendo ninguna de ellas incorregible o irreversible. Las instituciones son entes vivos en proceso permanente de reestructuración por la necesidad de adaptación ante nuevas realidades, para lo cual no existen atajos, depende de disciplina, voluntad y continuidad el posibilitar el fortalecimiento institucional, que es el único camino para recuperar la legitimidad y la confiabilidad de la nación a la que sirven. La inteligencia civil (distinta de la militar o de la policial) no es elección sino necesidad, el mundo no es un lugar seguro, las tareas de inteligencia y contrainteligencia son vitales para un país que interactúa en un escenario internacional poblado de amenazas y riesgos, un Estado sin servicios de inteligencia, es una solicitud de ceguera y vulnerabilidades. El Centro Nacional de Inteligencia (CNI) es el telón que abre una nueva etapa para los servicios de inteligencia volcada a la democratización, su creación ha despertado más interrogantes que certezas, sin embargo, así como los navíos en el pasado contaban con la complicidad del viento en sus velas para avanzar a su destino, en los servicios de inteligencia ese viento se llama lealtad a la Nación, si se cuenta con ello, muchas interrogantes pronto desaparecerán.