Desnutrición informativa
Twitter: @HigueraB
"El mayor enemigo del conocimiento no es la ignorancia, sino la ilusión del conocimiento".
-Stephen Hawking
Esta columna no se refiere a lo dicho en al primer informe de gobierno del Presidente López Obrador. Tampoco se refiere a los diferentes comentarios vertidos en medios sobre la verdad de la visión que pudiera tener el AMLOFEST2.0 o la marcha fifí 2.0 del pasado domingo.
En esta ocasión quisiera que usted, que hace el favor de leerme, haga conmigo una pequeña reflexión sobre algo que va más allá de la mera coyuntura e inmediatez, que nos saque de la diatriba y el insulto cuasi animalesco de la masa coreando en contra de comunicadores, como lo hicieron en ambas marchas, sin pensar en el significado de lo que hacían.
¿Qué le parece si empezamos a pensar un poco en la información, la mala información y la desinformación?Los invito a que empecemos con los propósitos de año nuevo y nos hagamos el objetivo de ser mejores ciudadanos al momento de consumir información, así no nos agarrarán las uvas y el brindis de sorpresa. Pensemos en cómo nos nutrimos de información. El término nutrirnos es muy cercano a lo que sucede realmente cuando leemos/miramos, escuchamos una fuente de información. Nos llenamos de datos, frases, cifras e imágenes que van apara a nuestro intelecto y nos ayudan a construir nuestra visión particular del mundo y de nosotros mismos. En gran medida, esto provoca que un mismo término que se toma como un insulto para unos se convierta en un halago para otros. Por ejemplo en las cruzadas “infiel” podía ser usado para señalar mahometanos o cristianos por igual, su sentido e impacto dependía quien lo emitía, mismo uso tuvo el término “creyente”. Ellos y nosotros. Era como si alimentáramos nuestro mundo siempre con el mismo alimento informativo. No es de extrañar que muchos de los peores prejuicios que subsisten entre ambas religiones provengan de esa época, cuando las ideas e información eran escasas y su difusión era corta y sin datos comparables. Tampoco es raro que las enfermedades del corazón, el escorbuto, la desnutrición y otros padecimientos mataran gente a pasto, nos alimentábamos mal el cerebro y el cuerpo. Con el paso de los siglos la cantidad de información a la que las personas podían acceder fue aumentando y mejorando, alimentando esa falacia modernista de ser cosmopolitas e universales. La imprenta de Gutenberg, la alfabetización masiva, la creación de los mass media y la aceptación general de la prensa como una forma confiable de conocer lo que sucedía en nuestro entorno son algunos de los canales por los que este fenómeno se abrió paso.
La calidad informativa con la que alimentamos nuestros cerebros aumentó constantemente y parecía que vivíamos una etapa dorada.Pero, al igual que con la comida rápida, la chatarra y los vicios alimenticios sedentarios propios del capitalismo destruyeron los beneficios de la revolución verde y dañaron nuestros cuerpos, la desinformación, los fake news y la sobredosis de sitios en internet que teníamos para informarnos llevaron a que solo consultáramos y leyéramos solo sitios que confirmaban nuestros peores temores o nuestros prejuicios más profundos acerca de “los otros”. Nos confirmamos como creyentes y los tachamos de infieles descreídos a quienes no comulgaban con las ideas de mi grupo, mientras veíamos videos conspiracionistas que acusaban al gobierno de ser una dictadura peor que la de Stalin y a la oposición de ser poco menos de un hatajo de esclavistas resentidos.
El exceso de información sin filtrar y la falta de criterio con la que la consumimos nos llevó a la derrota moral de todos los bandos, sin excepción.Mirarnos el ombligo nos hizo creer en la superioridad moral, justificando lo que sea para derrotar al enemigo/contrario que vemos como el mal encarnado. Pero volvamos a la reflexión que les proponía. Quiero que usted, lector@ querid@, haga conmigo un ejercicio de autocrítica. Imagine que va abrir la alacena de su casa y su refrigerador y revisará qué tiene ahí guardado para determinar el valor alimenticio de lo que come, sin embargo lo que va revisar es la calidad y certeza de los medios que consume. No la credibilidad, no se trata de ver quién le cae mejor y en quién confía más sino cual medio o analista le presenta más datos para informarle. Si lo que lee o mira se basa en imágenes con alto grado de edición, efectos de sonido o el presentador (odio decir influencer o youtuber) es editado en múltiples ángulos y se incluyen efectos de sonido y se sobreponen memes o emojis dejando de lado las palabras y la coherencia….eso es el equivalente a la comida chatarra altamente procesada que no aporta gran cosa en su nutrición. Lo que logrará es engordar su cerebro con grasa informativa al punto de no querer moverlo nunca más. Lo mismo, si usted decide que no quiere ver ningún noticiero, ni leer ningún periódico o sitio de noticias, si prefiere oír las revistas de espectáculos en lugar de escuchar los programas y estaciones informativos, simplemente condena a su intelecto a la inanición informativa y a su capacidad de análisis, junto con su independencia de criterio, serán tan débiles que fácilmente se transformará en un cantante de consignas. Para tener un una capacidad de análisis sana debe alimentar su inteligencia con una mezcla de noticieros de varios tipos, leer columnistas que cuestiona sus creencias personales, no solo aquellos que doran la píldora. Busque siempre “leer el etiquetado” de su comida informativa investigando las trayectorias, pleitos y filias de cada periodista, conductor y analista. Sólo así, usted podrá asegurar que consume su información balanceada, estableciendo las bases para que pueda gozar de una opinión saludable y lejana de prejuicios, consignas y fake news. Sólo así dejará atrás su faceta de creyente y podrá consturi un sano juicio personal. Su cerebro, su cuerpo y la sociedad se lo agradecerán. Este tema continuará…