Mi experiencia en el ITAM

martes, 17 de diciembre de 2019 · 02:10
Twitter: @RicardoSolano_ Estamos en una época en que creemos que nuestras experiencias generan verdades irrefutables. Este texto simplemente refleja mi experiencia y no pretende alzarse como la verdad sobre lo que sucede dentro del ITAM. Cada uno de los alumnos tendrá experiencias propias. No obstante, las demandas para que las autoridades del ITAM atiendan la salud mental de su alumnado no son nuevas, por lo que me atrevo a decir que los problemas de salud mental son generalizados. Ahora bien, también quiero dejar claro que una misma persona pudo haber sido un gran ser humano para unos y no tan buen ser humano con otros. Eso es simplemente la naturaleza humana, no nos comportamos de la misma manera con todos.
El mismo profesor pudo ser un mentor y gurú para decenas de estudiantes y ser, al mismo tiempo, una mala persona con otros. Así es la naturaleza humana.
Quien escribe estas líneas tiene un problema de salud mental diagnosticado desde hace unos años. Hoy entiendo que durante mi paso por el ITAM tuve crisis importantes derivadas de este trastorno y que se agudizaban por las dinámicas tóxicas que hay en la universidad. No digo que mis problemas de salud se originaron en el ITAM, digo que se agudizaron ahí. Quizá de haber habido asistencia psicológica para los alumnos, no hubiera tenido las crisis de ansiedad y depresión que viví ahí. De acuerdo con datos del Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz, los trastornos mentales afectan al 30% de la población en algún momento de su vida. Tener acceso a orientación psicológica puede hacer toda la diferencia para alumnos que, como yo, tienen enfermedades mentales que no son diagnosticadas a tiempo.
Me parece que más que la carga académica, hay un problema de empatía.
Tuve la gran fortuna de hacer un posgrado en la Universidad de Leiden, cuya facultad está en el top 30 de las mejores en política y relaciones internacionales (solo para ponerlo en contexto). Jamás escuché de ningún profesor decir que por el solo hecho de estudiar ahí era mejor que los graduados de otras universidades.
En el ITAM, desde el día uno, te dicen que eres superior a los graduados de cualquier otra universidad.
Tuve clases con uno de los más importantes expertos en Países Bajos en terrorismo, sale en la televisión constantemente y es consultado por los propios servicios de inteligencia neerlandeses e, incluso, por la OTAN. Este profesor, Edwin Bakker, era mucho más empático y humilde en sus clases que la mayoría de mis profesores del ITAM.
El nivel de exigencia y la cantidad de trabajo era básicamente la misma en Leiden que en el ITAM, pero gracias a lo accesible de los profesores y a que la universidad se preocupa por sus alumnos, jamás tuve crisis de ansiedad en Holanda.
Me sorprendió que después del sismo de 2017, el ITAM continuara con sus clases y exámenes como si nada, sin tener ningún tipo de empatía por sus alumnos: si se quedaron sin casa, si familiares murieron, o solo por el estrés postraumático de ese suceso. Mientras estudiaba en Leiden, Países Bajos organizó la Cumbre de Seguridad Nuclear y la ciudad iba a estar paralizada por la seguridad que se requería, la universidad dio facilidades a quienes no iban a poder llegar a clases. Yo creo que al ITAM le falta que los profesores se bajen de su pedestal (creado por ellos mismo), que haya empatía con el alumnado y servicios permanentes de atención psicológica. No obstante, me parece que estos problemas son solo reflejo del nepotismo de nuestra sociedad y de la mala calidad de la docencia en el país.