Twitter: @LuzJaimes

Hay un pueblo mágico en un lugar húmedo y creciente. Nadie recuerda el nombre, a lo mejor, porque es difícil pronunciarlo. Ahí ocurren a diario las mismas cosas desde siempre. Hay lugares que se conservan igual para que uno pueda conocerlos.

A ese pueblo le tienen sin cuidado algunos habitantes, se alimenta de los mismos desde siempre. Por las mañanas, hay un olor constante a café de olla con canela y atole champurrado. La niebla cubre los secretos de todo ente que ha vivido mucho.

Sus calles lucen vacías a las dos de la tarde porque nadie quiere que el sol queme la verdad.

Como a eso de las cinco hay un olor a leña ardiente. Es un aroma que inspira e invita a tener nuevas vivencias, aunque sea en el mismo sitio. Nadie sabe de dónde proviene el humo que cubre los deseos.

Fuente: fondos.wallpaperstock.net

Por la noche, en esas calles empedradas suenan tacones y pisadas de perro. No hay huellas ni rostros. Existe un lugar en cierta esquina del centro frente a la iglesia abandonada, en donde las luces se encienden y la cerveza prende los ánimos. Una sombra pasa por las figuras abandonadas en aquel museo. Nadie se apropia de un pueblo que no tiene dueño.