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Hace unos días Donald Trump lanzó uno de sus ya clásicos dardos contra México. Esta vez, algo muy pragmático: catalogar a los cárteles del narco mexicano como organizaciones terroristas. Esto, luego que nueve ciudadanos mexicoamericanos, miembros de la comunidad mormona LeBarón, fueran masacrados en la frontera entre Chihuahua y Sonora.

La idea surgió luego que los LeBarón enviaran una carta a la Casa Blanca pidiendo cooperación (ojo, no intervención), del gobierno estadounidense para esclarecer este crimen y ser un gran apoyo en los cientos de asesinatos que se cometen día a día en nuestro país. “Tenemos que ser lo suficientemente humildes para reconocer que necesitamos ayuda”, dijo Julián LeBarón en una entrevista de radio.

Adrián, también de apellido LeBarón, hijo y abuelo de cinco de los nueve masacrados, con la voz entrecortada pidió ha pedido, más que justicia, recomponer el tejido social y ser buenos mexicanos. Tarea difícil, pero no imposible. Desde su dolor, los LeBarón se convirtieron en víctimas de un linchamiento mediático, sobre todo en redes sociales.

Ante esto, el gobierno de López Obrador activó al aparato diplomático para bajar la tensión. Sobre todo por dos razones. La primera es que Estados Unidos tiene dos leyes vigentes para combatir el terrorismo, dentro y FUERA de su territorio. Ergo, si los cárteles que operan en México son grupos terroristas y afectan a la Unión Americana pueden tomar acciones de intervención.

Según la Ley Pública 104-132, mejor conocida Ley Contra el Terrorismo, que data de 1996, bastaría con que Trump firmara una declaratoria en la que estipule que México no coopera plenamente con la labor antiterrorista de Estados Unidos para que Washington pudiera intervenir el país militarmente. Esto, con o sin autorización.

La otra, conocida como Ley Patriótico, legado de la era Bush. En esta, se engloban una serie de conductas o delitos que afectan la seguridad nacional. Entre ellas destacan fraude, lavado de dinero y terrorismo. Justo las actividades torales el crimen organizado en México.

Las condiciones están dadas. La inseguridad en México ha rebasado, por enésima vez, a las instituciones. La intervención es un mensaje político que ha enviado Trump a su electorado duro. Ese que no quiere a los “bad hombres”. Sin embargo, el fondo es más profundo. Puso en tela de juicio la efectividad de una estrategia para combatir  la inseguridad que a todas luces ha fracasado.

Se ve muy complicado que veamos a Marines en las calles mexicanas. Lo que sí veremos será un discurso trumpiano que impactará en la opinión pública mexicana. Un discurso que, espero, más allá de polarizar una a la oposición para afrontar de manera efectiva al crimen organizado, pero también al común.

Como dato: las armas utilizadas en la masacre contra los LeBarón fueron traídas, de manera ilegal, de Estados Unidos a México.