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Han sido muchas las fricciones internacionales ocurridas durante el año, el protagonismo de las preocupaciones ha rotado al tiempo que lo han hecho los meses, entre las de mayor trascendencia mediática encontramos la crisis política en Venezuela, que en el primer tercio del año fue el polo de atracción del debate internacional, provocando reacciones masivas en redes sociales que no fueron capitalizadas por alguna parte y transcurridos los días se difuminaron prolongando el descontento en un ecosistema interior que aparentemente volvió a estabilizarse, aunque sea gracias al estancamiento.

Posteriormente, Irán tomó el protagonismo mediático a causa del incremento de sanciones económicas impuestas por Estados Unidos, las tensiones relacionadas amenazaron con abrir un conflicto de gran escala en Medio Oriente, sin embargo, conforme pasaron las semanas, la gestión el conflicto permitió enfriar los ánimos, por ahora el conflicto camina en un sendero que tiende al acuerdo, aunque las fichas en el tablero conservan su reactividad. El conflicto puede ser despertado u olvidado en el próximo año, posiblemente a condición de los sucesos que ocurran en la agenda electoral en Estados Unidos.

La guerra comercial entre Estados Unidos y China ha sido una amenaza constante para la estabilidad económica internacional, las hostilidades y asperezas en las negociaciones parecen adentrarse en un receso que puede terminar cuando Washington conozca la próxima primavera. Este conflicto, contrariamente a los anteriores ha sido anunciado desde el siglo pasado, pues en un contexto internacional cohabitado por dos grandes potencias que aspiran a la expansión económica global, terminarán por atraerse y enfrentarse, causando repercusiones en todo el mundo, sobre todo cuando compiten en frentes que definirán el destino de la humanidad, como lo refieren las tecnologías y propiamente la inteligencia artificial.

La guerra comercial entre China y Estados Unidos no ha iniciado, lo que hemos visto hasta ahora ha sido primer asalto en el que el púgil no busca mostrar su mejor golpe, únicamente estudiar a su rival en una pelea que puede resultar de largo aliento.

Europa desde hace tiempo ha entrado en un espiral de desgaste político y económico, si bien no han surgido violencias como ha sucedido en África, Asia y América Latina, el Brexit es un tema que camina a ralentí pero amenazante hacia el desmembramiento de más de 50 años de integración económica. En las principales capitales europeas se respira incertidumbre, el descontento social invitan a facciones extremistas a volver.

En los últimos días no se observa algún conflicto que domine la agenda internacional, sino que existen una serie de conflictos invocados por crisis de gobernabilidad, hartazgo político, violencia en diferentes grados o insurgencias criminales.

Posiblemente se trate de la primera edición de un fenómeno heterogéneo que no se sabe si es estacional y tendrá soluciones próximas, si existe un hilo y una mano detrás o si se trata de una especie de domino que continuará derribando piezas según los fracasos políticos y el descontento de los gobernados estallen a lo largo del planeta.

Este fenómeno no se limita a la esfera occidental como tal vez lo estuvo el movimiento de 1968 o acotado a una región como la Revolución Islámica (1979) o la Primavera Árabe (2011). Por el contrario, presenciemos síntomas del agotamiento del sistema internacional y puede que es 2019 sea un preludio del fin de una etapa histórica de la humanidad.