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La guerra contra las drogas como modelo de comunicación presidencial, fue oficialmente inaugurada en una conferencia de prensa en la Casa Blanca por Richard Nixon el 18 de junio de 1971. En la cual se declaraba como “enemigo público número uno” al abuso de drogas. Esta denominación obedecía a el contexto de guerra fría y la necesidad de establecer una fijación de narrativas y controles políticos sobre particulares minorías.

Así como, establecer una nueva agenda a las cada vez menos populares “guerras de intervención” como Vietnam o Corea. Por lo que, el Ejecutivo norteamericano estableció una forma particular de hacer política y campañas políticas utilizando a las drogas ilícitas como amenazas internas y asuntos de seguridad nacional.

Años después, un colaborador de la era Nixon declaró en una entrevista que:

La guerra contra las drogas había sido un pretexto para criminalizar afroamericanos, latinos y grupos disidentes.

El comienzo de la guerra contra las drogas según varios autores tiene un origen fundacional en la discriminación étnica y política.

Sin embargo, a pesar de las transformaciones políticas y sociales post guerra fría, el actual clima de retorno del autoritarismo y nacionalismo en el contexto internacional. Aunado a la incertidumbre y declaraciones agresivas del presidente Trump, identificamos que la guerra contra las drogas ha sido reintroducida como un recurso para construir narrativas en las cuales se denominen enemigos internos, premisa muy socorrida por ideologías nacionalistas.

Es por esta razón, que la actual crisis de sobre dosis por opiáceos en la Unión Americana, se ha convertido en un tema en la discusión pública, con una cobertura en los medios de comunicación masiva, la cual podría considerarse como predominantemente amarillista, con discursos de histeria sobre el temible fentanilo y la heroína asesina. Así como, estar presente en las agendas locales de carácter jurídicas en contra de la farmacéutica Purdue, la cual concentra varias demandas estatales y fue declarada en bancarrota el pasado septiembre.

En este contexto, el panorama representa un desafío de salud pública y poblacional, ya que se han contabilizado más de 90 mil muertes por sobredosis durante 2018, siendo este factor un indicador utilizado como agenda para las campañas políticas. Por ejemplo, hace unos días el presidente norteamericano donó tres cuartos de su salario para apoyar la causa de las muertes por sobre dosis.

A manera de conclusión:

Se identificaron los lazos vinculantes entre el nacionalismo y el esquema de comunicación de la guerra contra las drogas como un modelo de campaña permanente…

… que supone una diseminación de mensajes o propaganda aunada a ciertos esquemas de política pública. Por ejemplo, el endurecimiento de las penas o medidas de corte represivo, como la tolerancia cero y discursos nacionalistas como las declaraciones de Donlad Trump y algunos senadores republicanos que han solicitado; denominar a las organizaciones de traficantes de drogas como “terroristas” pues se les acusa de ser los causantes del ingreso de fentanilo a la Unión Americana y responsables directos de las muertes asociadas.