Bolivia fracturada

lunes, 18 de noviembre de 2019 · 02:20
Twitter: @ana__islas Bolivia, una nación cuyo lema es “La unión es la fuerza” hoy está fracturada. Una fractura histórica entre indígenas y blancos, que da la impresión de nunca haber sanado y que por trece años estuvo resistiendo, casi como enyesada, bajo el liderazgo de un indígena en el poder pero que ante su abrupto exilio se ha roto de manera violenta.
La sangre, en su mayoría indígena, se ha derramado en Bolivia.
El país está sumido en una especie de guerra civil en donde, bajo una nube de orfandad por la ausencia de quien gobernó desde 2006, se han borrado los matices que existían entre simpatizantes del Movimiento al Socialismo, (MAS) -incluidos los más radicales conocidos como “los ponchos rojos”- y los opositores a Evo Morales, esos bolivianos, muchos de clase media, que no pertenecen a una etnia originaria y que por años se sintieron desplazados por el gobierno e incluso fueron llamados racistas. Las grietas que se están abriendo en Bolivia se hacen evidentes, por ejemplo, en El Alto, una ciudad ampliamente aymara pero gobernada por el Frente de Unidad Nacional, opositor al MAS de Morales. Se hacen evidentes con el cambio en el discurso desde el Palacio Quemado de un “patria o muerte” a un “Dios los bendiga”. Se hacen evidentes entre los que enarbolan la Whipala, el estandarte indígena que Morales convirtió en la segunda bandera del país y los que la queman.
Bolivia sin Evo respira incertidumbre y la esperanza de cambio se mezcla con el miedo a que un nuevo gobierno borre de tajo las victorias sociales obtenidas...
... en tres mandatos consecutivos de un mismo líder, que se presentaba a sí mismo como garante de estabilidad en el país y ahora, ante una especie de contrarrevolución, tuvo que abandonar su anhelo de extender su proceso de cambio hasta 2025, año del bicentenario de la Independencia de Bolivia. Desde su exilio y con la perspectiva que regala la distancia, Evo ha reconocido errores en su gobierno. También ha lamentado el reforzamiento en armamento y equipo que tuvieron las fuerzas armadas en su administración, que dice, ahora se voltearon contra el pueblo. En su rostro se observa la tristeza de a quien le arrebataron algo que sentía suyo, que había estado tanto tiempo con él que lo daba por seguro ignorando aquellas voces que decían ¡basta! Imagino que también carga la frustración de saber que su proyecto de nación no pudo ser finalizado pero ¿alguna vez se termina por construir un país? sin Evo, ¿hay otra figura que pueda conducir a Bolivia a la prosperidad anhelada? ¿debe recaer todo ese peso en una sola persona? ¿es viable? ¿es democrático? ¿es éste el fin del último líder de revolucionarios de izquierda que sobrevivía en la región? Bolivia trata de ponerse de pie ante el fantasma del golpe de Estado que persigue la memoria de los latinoamericanos que han visto a sus gobierno caer ante la intervención directa -o sugerencia- de militares. ¿Es la riqueza natural de América Latina la maldición que nos condena a ser esclavos de un modelo ideológico y económico que responde a intereses que vienen de muy al norte de nuestra región? ¿Es el litio esa maldición para Bolivia? un metal que puede reemplazar al petróleo y convertirse en uno de los productos más importantes de la tierra que cada vez más se encamina a un futuro alimentado por baterías.
Bolivia, hasta hace unos días, gobernado por un indígena aymara, posee casi la mitad de todo el litio del mundo.

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