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Amante del Buen Comer

Para mí, hablar de comida mexicana es hablar de los sabores inmersos en mi corazón más que en mi estómago. No solo porque crecí y vivo en México, sino porque soy orgullosamente mexicana. Para mí, hablar de sabores mexicanos es hablar de las quesadillas de La Marquesa, de la Barbacoa Santiago en Palmillas, de los siete colores de mole del mercado de Oaxaca, de un papatzul en la plaza central de Mérida, del arroz rojo de mi madre, de los piltamales de la Tía Licha, de esos sabores que me son familiares desde siempre.

Y es por ello que cuando un restaurante se presenta como de comida “mexicana”, las expectativas sobre el mismo son mucho mayores. Los sabores en su mayoría ya son conocidos, las texturas preconcebidas, las presentaciones anticipadas y por ello lo que se espera en cada plato es un “algo” nuevo que haga sentir que la experiencia valió la pena.

Lo que trato de decir es que, para los mexicanos, México sabe a casa.

Por ende, nuestra crítica u opinión a los restaurantes mexicanos puede ser mucho más severa que la que hacemos a restaurantes de otras naciones, cuyos sabores conocemos precisamente a través de ellos o por alguna visita o estancia en dicho país.

Por estas razones para mí siempre es un gusto encontrarme con lugares que abonan a mi mexicanidad. Y Chapulín es un claro ejemplo de un gran restaurante mexicano.

De la Chef oaxaqueña Josefina López Méndez, ubicado en el corazón de Polanco dentro del Hotel Presidente Intercontinental en la Ciudad de México, Chapulín nos deleita con un recorrido por los diferentes estados y regiones del país manifestados en distintos platos representativos de cada uno de ellos. Desde “frijoles de la abuela”, pasando por Zacahuil y Cochinita, hasta llegar a la “monja borracha”.

En esta ocasión mis acompañantes y yo nos deleitamos de inicio con mi plato favorito, la “orden de chapulines”. La presentación es simplemente hermosa y patriótica. Una deliciosa bandera tricolor de guacamole (verde), queso Oaxaca (blanco) y chapulines (rojo) servida en un plato de peltre acompañada de tortillas de maíz hechas a mano, es un manjar que no deben dejar de probar.

 

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Chapulín. Ciudad de México. Orden de chapulines

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También degustamos como entradas las “Tostadas tricolor de Pulpo” y las “Láminas de aguacate con jaiba”. Ambos platos frescos, el primero con sabor más fuerte y penetrante y el segundo más tenue, marino y delicado.

Mi segundo plato fue el “aguachile de atún”, cuya deliciosa combinación con chile serrano, limón y cilantro, da la sensación de frescura a la par de una mezcla de sabores livanos perfectamente combinados entre sí. Posterior a ello probé el “risotto con huitlacoche y queso cotija” del cual el sabor del queso resaltaba de entre todo el plato.

Para cerrar, las “fresas asadas con crema” de Irapuato no solo me ubicaron mentalmente en la carretera guanajuatense sino que fueron excepcionales. Nada empalagosas y con el dulzor adecuado para cerrar perfectamente la buena tarde que ese día transcurría.

Respecto de las bebidas que uno puede degustar en el lugar es de destacarse no solo la cantidad que ofrecen sino la calidad de las mismas. Vinos, mezcales y cervezas artesanales de todas las regiones y para todos los gustan se disputan el paladar de los comensales. Solo para dar una probadita de ello, podemos referir que el listado de mezcales llega casi al ciento.

Podría decir muchas más cosas del lugar, como el excelente servicio por parte de su personal, pero las líneas no alcanzan, así que los invito a disfrutar con sus propios sentidos de este gran lugar.

¡Buen Provecho!

Amante del Buen Comer