Twitter: @LuzJaimes
Acarició a un gato, lo vio tan pequeño y dolorosamente feliz que pudo percibir el aroma lejano de la despedida. Se preguntó porqué las cosas que uno ama producen pena. Un ronroneo, una caricia; un beso. Cuánto veneno llevan por dentro. Decidió entonces que no amaría más. Pensó que no es justo vivir duelos cada cierto tiempo.
Disfrutó de las épocas de gloria e ignoró a los que vivían la pérdida.
Para qué sufrir por lo que aún no sucede. Si mientras podemos disfrutar del frío de las mañanas, del café italiano, de conciertos, del vino y de la playa. En enero no para todos es invierno. Luego se alejó de todos poco a poco. Si uno no siente nada por nadie, menos sufrirá. Caminó, viajó, leyó; pensó demasiado. Extrañó a los otros y lo que dejó atrás. Luego esas ausencias también empezaron a doler. Uno también se enamora de la soledad y no hay camino que no lleve al sufrimiento.