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“Establecemos reglas para los demás y excepciones para nosotros”.

-François de La Rochefoucauld

Bolivia se encuentra viviendo un momento extremadamente difícil de su historia, en el que una consecución de hechos que violentaron las reglas del juego democrático culminado en un golpe de estado contra un dictador pseudo constitucional.

En el caso de Bolivia no hay héroes inmaculados y sí un montón de villanos que son culpables de lo que está ocurriendo.

Primero. Se debe de tener claro que Bolivia es un país que vive una crisis constitucional desde hace años, debido a las tropelías  cometidas por Evo Morales para perpetuarse en el poder, incluso en contra de referéndums convocados por él mismo y la misma Constitución de dicho estado plurinacional.

Segundo. No existe ninguna justificación para que las fuerzas armadas bolivianas se hayan pronunciado por la renuncia del presidente de su país, en especial tras el anuncio de la reposición de elecciones. Sin dudad esto en lugar de abonar en favor de una solución justa y satisfactoria solamente recrudece la emergencia y nos devuelve a lo peor de los sucesos en Latinoamérica durante el siglo XX.

Tercero. Estar en contra de la intentona  de auto proclamación fraudulenta de triunfo electoral de Evo Morales en las elecciones del pasado 20 de octubre no es apoyar a los golpistas reaccionarios que, como si se tratara de nuevos Pizarros o Cortés, declaran que Bolivia es de Cristo y usan la biblia como justificación  de su ataque. Eso es extremismo religioso puro y duro, sumamente peligroso y no tiene cabida en el siglo XXI.

Cuarto. Comparar a Evo con Allende y decir que darle asilo es prevenir un “nuevo 11 de septiembre (de 1973)” es no tener claro ni el contexto ni a los personajes de lo que se menciona. Allende fue un luchador social que se presentó en diversas ocasiones como candidato a la presidencia y ganó compitiendo conforme a la ley y siempre la respetó. En el caso de Evo hablamos de alguien que ha violentado la voluntad de su pueblo y los mandatos de la constitución boliviana.

Quinto. En ninguna circunstancia un golpe de estado es una solución. Es cierto que Evo Morales ya era un dictador de facto, pero las presiones internas y externas (como el informe de la MOE de la OEA) estaban logrando su efecto y se había iniciado el camino para que el conflicto se solucionara democráticamente. Los golpistas pertenecen a un sector ultra reaccionario que, de acuerdo con la historia, no han traído beneficios a la población mayoritariamente indígena de Bolivia y no creo que esta vez sea la excepción. Rechacemos cualquier gobierno que emane de este golpe, en tanto no se forme uno nuevo, resultante de elecciones realmente democráticas.

Sexto. México puede aprender mucho de esta historia, tanto unos y otros deben cumplir y respetar los mandatos constitucionales y legales y evitar las tentaciones del poder y  los discursos clasistas y de odio. No dejemos que este fin de semana se vuelva el reflejo en el espejo de obsidiana de nuestro país.

Los errores cometidos por ambos bandos en Bolivia no dejan ningún bien para su pueblo, no sigamos la misma ruta de colisión aquí y cumplamos las reglas, usemos la mesura y la inteligencia.