Socavando la democracia

martes, 12 de noviembre de 2019 · 02:11
Twitter: @RicardoSolano_ Lo que diferencia cada proceso de las caídas de las dictaduras en América Latina, englobando dictaduras militares, dictaduras de izquierda, de derecha, o de partidos únicos, es qué tanto poder y legitimidad tenía cada gobierno en funciones vis-a-vis la oposición. De ahí que hubiera procesos inmersamente largos de cambios de régimen, otros donde los dictadores tuvieron honrosas salidas del gobierno y aquellos donde los cambios fueron súbitos. En Argentina no solo la economía iba de mal en peor, sino que los militares no pudieron legitimarse haciendo lo que se supone saben hacer, la guerra. Así, la Junta Militar argentina cayó después de la vergonzosa pérdida de la guerra de las Malvinas contra Gran Bretaña. En Chile, la legitimidad y poder que acumulaba Augusto Pinochet se dio gracias al crecimiento económico que fomentó durante su gobierno, recordemos que el 44% de los chilenos le dieron el “sí” en el plebiscito de 1988. Así, pudo negociar un puesto como senador vitalicio una vez que dejó el gobierno. En México, lo que podemos ver es que el cambio de régimen de partido único a uno democrático fue un proceso muy largo. De hecho, este proceso inició con las reformas electorales de la década de 1970. A partir de esta década, cada reforma electoral y del Estado tenía que ver con que poco a poco el régimen iba perdiendo poder y legitimidad. Las negociaciones con la oposición le permitían al régimen sobrevivir dando espacios a demandas populares, sin comprometer su existencia. Si bien iba perdiendo poder, nunca perdió tanto como para que el régimen se colapsara como ocurrió en Argentina. Incluso, hoy día, pese a un sexenio tan mal evaluado como el de Enrique Peña Nieto, el PRI sigue siendo una opción política. Este largo proceso de cambio de régimen en México dio como resultado el cambio de las reglas del juego electoral y creó un aparato institucional que le diera certidumbre a las elecciones.
MORENA y el Presidente López Obrador pretenden pasar por alto décadas de lucha y negociaciones que nos permitieron llegar a un régimen democrático; perfectible, sí, pero democrático.
Es cierto, a partir de la elección del 2018, MORENA y el Presidente llegaron al poder con una importante acumulación de poder y legitimidad. No han entendido, no obstante, que eso no les alcanza para querer imponer un régimen de partido único o, en el peor de los escenarios, un régimen dictatorial. La cooptación de los organismos autónomos, de la Suprema Corte de Justicia y la intención de adueñarse del INE son síntomas de querer regresar a aquel viejo régimen. Querer imponer un régimen tal cuando no se tiene ni el poder ni la legitimidad causará, inminentemente, su colapso. MORENA está a tiempo de recapacitar y rectificar el rumbo del gobierno que encabeza López Obrador. Pretender que pueden utilizar medios democráticos para socavar la democracia imponiendo leales en organismos que dan forma a los pesos y contrapesos de nuestro sistema de gobierno es no entender la historia de la democracia en México. El régimen de partido único en México nació de una revolución, el gobierno de MORENA nació de un proceso democrático. Confío en que nuestra democracia sea más fuerte que un partido, por más daño que le quiera hacer.
MORENA debe verse reflejada en la Bolivia de Evo Morales, una Bolivia que ya fue. La gran pregunta aquí es ¿dónde está la oposición defendiendo nuestra democracia?

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