La debacle de Culiacán

viernes, 1 de noviembre de 2019 · 02:00
Twitter: @CLopezKramsky Culiacán ya es, en la narrativa de la Cuarta Transformación, una palabra muy incómoda. Hasta antes del fallido operativo para arrestar a Ovidio Guzmán en Culiacán, el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador había sorteado excelsamente las dificultades que se le habían presentado. Ni los 137 fallecidos en Tlahuelilpan, ni las matanzas en el sur de Veracruz y ni siquiera la escasez de gasolina al inicio de su administración causó una crisis de consideración. Culiacán cambió la tendencia. Con la información proporcionada por el general secretario de la Defensa Nacional, Luis Crescencio Sandoval González, es posible concluir que, por donde se le vea, la derrota del Ejército Mexicano ante el Cártel del Pacífico es una tragedia que deja muy mal parada la pretendida efectividad del Gobierno Federal en cuanto a la transformación de fondo que impulsa. En el plano jurídico, sorprende que los efectivos militares y policíacos no tuvieran consigo una orden de cateo, por lo que tuvieron que esperar horas afuera del inmueble en el que se encontraba Ovidio Guzmán. Una vez que ingresaron a la casa, sin orden, el operativo se convirtió en una operación fuera de la ley que iba a concluir en que el juez de control declarara la detención como ilegal y ordenara su liberación.
Jurídicamente, todo fue un caos desde el inicio.
En cuanto a las cuestiones tácticas, el general secretario fue muy claro en sus declaraciones, de las que se desprende que el operativo fue una seguidilla de errores, mala planeación y peor ejecución. Que un grupo criminal impida el establecimiento del perímetro de seguridad; que asalte bases e instalaciones militares para tomar rehenes civiles y militares; que sitie una ciudad de más de un millón de habitantes; que libere medio centenar de internos de un penal; y que obligue a las Fuerzas Armadas a pedir paz, todo eso en un lapso de no más de cinco horas, es una debacle militar de proporciones nunca vistas. El Ejército fue doblegado en el campo de batalla por un grupo criminal y eso no había sucedido nunca.
En la parte comunicacional, Culiacán simple y sencillamente es un barril sin fondo.
El tema sigue presente en la vida pública nacional, a pesar de que el presidente trata de evitarlo, y la enorme lista de contradicciones en la información ha creado un vacío muy dañino para el Gobierno Federal. Nunca antes se había dado una revuelta de reporteros en la conferencia “mañanera” del presidente, como se dio este jueves. Pero el daño más importante en este ámbito se da en la confianza, pues se hizo más que evidente lo que ya sucedía: por un lado, el presidente dice una cosa y, por otro, los servidores públicos competentes dicen y hacen otra. En este caso, la descoordinación se hizo palpable porque cada dependencia ha comunicado, al menos, una versión de la realidad. El resultado es que se muestra un gobierno en el que parece que nadie sabe a ciencia cierta qué pasó y, por ende, mucho menos saben por qué sucedió. La debacle de Culiacán debe enseñarnos muchas cosas. Por primera vez, uno de los argumentos demagógicos y propagandísticos del presidente (se suspendió el operativo para salvar vidas) fue superado por la crítica al fracaso de la operación, lo que indica que tarde o temprano, la demagogia deja de ser efectiva, especialmente en materia de seguridad. Bien haría este gobierno en planear mejor para depender menos de la propaganda.Por otro lado, Culiacán va a forzar a cambiar la estrategia de seguridad de forma radical, pues, como lo declaró Ricardo Monreal, coordinador de MORENA en el Senado, lo que sucedió fueron actos de terrorismo. Si el combate a la delincuencia se ha transformado en una lucha contra grupos de narco-terrorismo, entonces el Ejército, la Marina y la Guardia Nacional requerirán replantear por completo la estrategia y táctica a utilizar en cada operativo.
¿Cómo reaccionarán, en lo futuro, las Fuerzas Armadas ante hechos de narco-terrorismo como las que se vivieron en Culiacán?
Esta es tal vez la incógnita más grande que nos deja esta estrepitosa derrota.

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