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En junio de este año la administración Trump lanzó una amenaza a Bogotá: desacreditar a Colombia como socio en la guerra contra las drogas si el país no lograba frenar el aumento en la producción de estupefacientes.
Según datos del gobierno estadounidense entre 2012 y 2017, periodo, por cierto, enmarcado en el proceso de negociación y firma del acuerdo de paz entre el gobierno y la guerrilla, en Colombia la producción de cocaína se cuadriplicó.
El mensaje de Trump llegó casi al cumplirse un año de la llegada del nuevo presidente colombiano, Iván Duque. Más que mensaje fue una asignación para cumplirse cabalmente
Iván Duque pagó el costo político y social tras reanudar las fumigaciones aérea de plantíos de hoja de coca. Intensificó los programas de erradicación de cultivos pese a las advertencias de la Organización Mundial de la Salud sobre los posibles efectos en la salud del herbicida empleado en las fumigaciones. Sea como sea, Duque cumplió su asignación y Washington aplaudió.
El eterno estira y afloja entre Washington y sus vecinos latinoamericanos en la guerra de las drogas y la cooperación.
Es cuestión de tiempo. Hay una campaña por la presidencia en Estados Unidos. Migración es un tema importante, el combate al narcotráfico sigue en la lista de prioridades. México sigue siendo la piñata más grande.
La renuncia en mayo pasado del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador al esquema en el que venía funcionando la Iniciativa Mérida -incluida la capacitación de sectores de nuestras fuerzas armadas por parte de nuestro vecino del norte- es muy simbólica: el acuerdo reconocía la corresponsabilidad de México en materia del combate al narcotráfico.
La renuncia a la iniciativa no solo tiene implicaciones económicas -si bien la cooperación era poco significativa- sino de intercambio de inteligencia, conversaciones y cooperación bilateral en el combate al crimen organizado.
Lo sucedido en mayo cobra relevancia en este momento con la primera gran prueba del despliegue de inteligencia militar mexicana y con un resultado que conocemos todos:
El fallido operativo en Culiacán para capturar a Ovidio Guzmán, a cargo del Jefe del grupo de análisis de información de narcotráfico a nivel nacional.
Es cuestión de tiempo para que Washington presione. Y tenemos un precedente peligroso: la respuesta del gobierno mexicano a la amenaza de más aranceles si la migración centroamericana no era contenida desde nuestra frontera sur.
Es cuestión de tiempo para que Donald Trump en plena campaña por la reelección amenace a México con restricciones en materia comercial si no se adoptan medidas más estrictas en el combate al narcotráfico y a los grupos del crimen organizado en nuestro territorio.
Andrés Valencia Benavides, quien fue embajador de México en Colombia, Israel y Brasil sentencia:
Donald Trump no puede ser visto como un episodio efímero en la relación bilateral entre México y Estados Unidos.
Si reconocemos que él representa a un sector significativo de la población estadounidense que comparte sus ideas sobre nuestro país y la comunidad migrante mexicana, es un punto de partida para diseñar una nueva diplomacia en y hacia Washington que tome en cuenta el hecho de que México está en situación de vulnerabilidad notable frente al vecino del norte. El reto es hacer de ello una fortaleza.