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Una de las fortalezas discursivas en la reorientación de política pública de la administración presidencial de López Obrador, se cimentó robusteciendo el área de política social hacia sectores vulnerables, por ejemplo los jóvenes. Desde cierto ángulo, esta reorientación basada en priorizar, oportunidades de empleo y cambio de esquemas narrativos, parecía una nueva forma de comunicación y de políticas encaminadas a construir una nueva relación entre los agentes no estatales, la sociedad y el Estado.

En este orden de ideas, la narrativa de la nueva administración, en el rubro de prevención de adicciones prometía un esquema distinto al de sus antecesores. Y desde mayo pasado fue presentada la Estrategia Nacional contra las Adicciones y la  campaña Juntos por la Paz, en la que se identificó como objetivo poblacional a las niñas, niños y jóvenes.

Sin embargo, en estos días, ante el anuncio del presidente señalando que la campaña Juntos por la Paz tendría una mayor presencia mediática, he identificado que los mensajes no han cambiado respecto a las administraciones anteriores y por el contrario son contradictorios, algunos rayando en el estigma, discriminación y la desinformación.

Habría que mencionar, que en la campaña no hay distinción entre: uso abuso y dependencia.

Además de utilizar información que infunde temor y desinformación, los mensajes son poco sofisticados y priorizaron en el fentanilo, la cocaína y el cristal (o metanfetamina), sustancias que se han reportado en las encuestas de consumo de drogas y en los informes mundiales de drogas con un aumento significativo de su consumo, no son las principales drogas de abuso entre jóvenes mexicanos.

En este orden de ideas, se identifica un esquema de prevención universal basado en la abstinencia, el cual es poco realista… 

… y aunque sus objetivos sean disminuir la edad de inicio y concientizar sobre los riesgos y los daños asociados al consumo de drogas, los jóvenes que si deciden consumir, no cuentan con la información adecuada para evitar un uso abusivo, por lo que la información resulta ser insuficiente.

Otro problema mayúsculo es la promoción de drogas de alto impacto, la campaña es poco exacta en dos sentidos; pues más que abonar y apoyar en el fortalecimiento de un esquema que oferte factores de protección, por el contrario, hace apología y fomenta el uso y conocimiento sobre drogas desinformado.

En lugar de desincentivar, promueve el uso de drogas en formas de administración peligrosas como la intravenosa.

Un ejemplo podría identificarse en los carteles espectaculares que presentan una jeringuilla o una frase que versa: El fentanilo mata. A veces, hasta con la primera dosis. Cuestión que no podría ser menos alejada de la realidad, sin embargo el doble mensaje reside en que realmente pocos usuarios de drogas acuden al mercado ilícito para conseguir fentanilo, y por el contrario esta sustancia es utilizada como un sustituto o adulterante de “heroína callejera”,  metanfetamina o cocaína.

Promover una campaña mediática y de terreno agresiva  que no respete los derechos humanos, basada en los temores, prejuicios, la prohibición y abstinencia puede ser contraproducente y por demás un desperdicio de recursos públicos, en un ambiente de austeridad en el cual se ha cancelado el levantamiento de la  Encuesta Nacional de Consumidores de Sustancias Psicotrópicas (ECOSUP) cuestión que propiciará la ausencia de indicadores y métricas respecto al consumo de drogas en el país.

En conclusión, y a manera de recomendación para construir esquemas de Educación sobre drogas, los mensajes deberían encaminarse a tener diálogos abiertos que contemplen el espectro del consumo de drogas, (USO-ABUSO-DEPENDENCIA) así mismo identificar que no existen soluciones milagrosas, y las estrategias de prevención de adicciones no son en sí mismos esquemas de contención de la seguridad pública, por lo que identificar un objetivo de construcción de paz mediante la prevención de adicciones es más que ambicioso, falaz.

Si bien,  no existen soluciones simplistas ni fáciles, es el momento de seguir abogando por esquemas de comunicación y educación sobre drogas sensatos. Intercediendo por una sociedad informada, y que los jóvenes y adolescentes basen sus decisiones en información que no se cimente en el miedo y en estereotipos.