Asumir la responsabilidad

Twitter: @UZETASUM Cuánto trabajo le cuesta a la gente asumir la responsabilidad de sus acciones o de sus omisiones. Más grave aun cuando esas personas cuentan con un cargo público de cuyas decisiones depende el destino de miles o millones de personas. Y ellos, que forman parte de nuestra clase política, son casi siempre los primeros en evadir su responsabilidad. Los ejemplos cunden y se vuelven virales como muestra de la degradación y la poca calidad moral de muchos quienes detentan el poder en estos momentos. Las recientes marchas que han generado actos de violencia, agresiones, insultos, vandalismo y destrozos en la Ciudad de México son el mejor ejemplo de la evasión de la responsabilidad por parte de la autoridad. La jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, y su equipo de seguridad han resultado buenos para evadir su responsabilidad a la hora de enfrentar a los vándalos que, bajo el disfraz de anarquistas, agreden y destrozan todo a su paso. El pasado 2 de octubre llegaron al colmo de poner a funcionarios del gobierno capitalino en los improvisados cinturones de paz, para tratar de contener a los irracionales violentos que se cobijan en la impunidad para cometer sus fechorías.

A dos días de las marchas en la CDMX, usuarios de redes sociales hicieron tendencia el hashtag #RenunciaClaudiaSheinbaum, en el cual piden su baja voluntaria.https://t.co/Or3krAn8Uo

— Gluc (@GlucMx) September 29, 2019

Al utilizar como escudos humanos a los funcionarios de la CDMX, la máxima autoridad capitalina incurrió en una grave irresponsabilidad. Aunado a eso, la falta de protocolos para normar la actuación de la policía fue la gota que derramó el vaso y provocó la salida de Jesús Orta de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana de la Ciudad. Pero eso también ocurre en otras esferas y ámbitos de la vida nacional. El mejor ejemplo es del del titular de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), Manuel Bartlett, quien ha sido acusado, con diversas pruebas y documentos, de tener una gran cantidad de propiedades y negocios cuyo millonario costo no tiene justificación.

A este siniestro personaje lo persigue una larga estela de hechos vergonzosos que deberían tener al señor Bartlett en un retiro obligado de la vida pública.

Pero él, en lugar de asumir su responsabilidad, la evade con una serie de respuestas fallidas que solo han servido para agrandar su desprestigio frente a la mayoría de los mexicanos. Y qué decir de las autoridades a las que les toca investigar la veracidad de las versiones que circulan sobre el patrimonio millonario del inefable Manuel Bartlett. Responden también con evasivas, lo que demuestra que no están dispuestas tampoco a asumir su responsabilidad. Otro ejemplo de esta cauda de impunidad es el tema de la lista de las personas a las que les han sido condonadas o perdonadas cantidades millonarias por el SAT, relacionadas con el pago de impuestos. Muchos de ellos, como la presidenta de Morena, Yeidckol Polevnsky, a quien le perdonaron 16 millones de pesos, o el famoso “Jefe” Diego Fernández de Cevallos, quien debe más de 900 millones de pesos por concepto de pago de predial de su rancho ubicado en el estado de Querétaro, prefieren evadir que asumir. Al momento de escribir esta columna, nos enteramos también de la sorpresiva renuncia a la Corte del ministro Eduardo Medina Mora. Hecho que ha levantado toda una gama de especulaciones en torno a su propia dimisión y sobre el proceso de sucesión que se avecina para que alguien ocupe su lugar en el Pleno. Si Medina Mora incurrió en alguna falta grave que haya provocado tal decisión, no le quedará de otra que asumir su responsabilidad. Lo cierto es que, a pesar del discurso que habla de cambio en la manera de hacer las cosas, la terca realidad nos muestra que esto no es así.

La violencia y la impunidad siguen tan campantes sembrando miedo e impotencia entre la gente. La corrupción, lejos de desaparecer, sigue entre nosotros, pero con diferente rostro y presentación.

Si aspiramos a ser un país con madurez democrática, debemos comenzar por asumir nuestras responsabilidades en cualquier ámbito y dejar de poner excusas y pretextos para tratar de justificar lo injustificable o echándole la culpa a los que ya nos gobernaron.