¿Somos herederos del Movimiento Estudiantil de 1968?

viernes, 4 de octubre de 2019 · 02:00
Twitter: @AlfiePingtajo Lo que sé del 2 de octubre de 1968, obviamente, nunca lo aprendí en los libros de texto. Mi primera referencia eran las conversaciones que llegaba a tener con mi primo -casi hermano- Alejandro García Godínez, mejor conocido como Jano. Luego, a través de él, llegaron mis otras referencias: las canciones de El Tri, Óscar Chávez y Gabino Palomares. Posteriormente comencé a comprarme las revistas que publicaba Proceso y leía de pronto los artículos periodísticos que salían en algunos diarios el mero 2 de octubre. También veía los programas televisivos donde se hablaba de esa fechan tan oscura para México: Zona abierta, Círculo rojo y ClíoTv.
En algún momento de la vida quise ser como aquellos jóvenes del 68. Deseaba haber nacido en aquella época.
Mi curiosidad siguió y comencé a investigar sobre aquellos jóvenes que habían participado y sobrevivido al 2 de octubre de 1968, y es allí donde comenzó el desencantamiento: me percaté que muchos de los líderes del 68 se habían convertido en todo aquello contra lo que había luchado.
Eso mismo le pasó a Fidel Castro y por eso el “CheGuevara para algunos sigue siendo una especie de héroe contemporáneo: murió a tiempo.
Luego vino la literatura y me reencontré con el 68 con novelas como: Los símbolos transparentes de Gonzalo Martré, Disparos en la oscuridad de Fabrizio Mejía Madrid; luego por extrañas coincidencias me acerqué a los libros escritos por Fritz Glockner sobre la Guerra Sucia en México: Memoria Roja y Cementerio de papel; sin olvidar la lectura de algunos textos de Carlos Monsiváis y Luis González de Alba. Y a través del cine y la televisión, sobre todo el año pasado, me chuté casi todas las películas que salieron alrededor del 68: Tlatelolco, verano del 68 (producto de una serie realizada para la UNAM, bajo el mismo nombre), Tlatelolco: claves de la masacre, Díaz Ordaz y el 68. Durante los años recientes que viví en México, caminé un par de veces por la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, aproveché para ir al MUAC a ver una exposición sobre gráfica del 68 y vi algunas obras de Teatro inspiradas en dicha fecha. El 2 de octubre de 1968 dejó de ser un momento histórico en el que me hubiera gustado vivir, para convertirse en acontecimiento que me gustaría comprender a fondo y así entender por qué las cosas siguen sin cambiar de todo. Si se analiza a fondo la Historia de este país, uno podría percatarse que muchos de los motivos que originaron la Independencia, la Revolución y los descontentos de 1968, siguen existiendo y lejos de desaparecer han ido en aumento. Son pocos los campos que han sido cubiertos y resueltos de forma positiva. El día de ayer veía una entrevista que Leo Zuckerman le realizaba a Joel Ortega Juárez -uno de los participantes dentro del Movimiento Estudiantil de 1968- comentaba: “El ciclo está cerrado y no asumirlo produce todas estas reverberaciones que son, algunas de ellas, perversas. ¿Por qué está cerrado el ciclo?, el corazón del 68 mundial es la libertad. Ahí está resumido, condensado todo. (…). Siempre he dicho que mi generación viajó con viento a favor. Todo lo que era transformación era lo que soplaba la navegación. Ahora es al revés. Los chavos navegan contra los cambios. Por eso esta ira [refiriéndose a los anarquistas].” Aún hay mucho que leer y demasiada información por conocer para lograr entender lo acontecido aquel 2 de octubre de 1968. Ni los participantes de aquella época son capaces de ponerse de acuerdo en cuanto a los objetivos reales de aquel movimiento: unos dicen que eran sólo los puntos del pliego petitorio, otros dicen que el Movimiento de 1968 era más que eso. Los que llegamos después de 1968, puede que estemos cometiendo un acto de soberbia: darle significados y causas distintas a las que tenían los estudiantes de 1968. Seguimos viendo a los acontecimientos de 1968 con sangre caliente y sin el rigor que merece un acontecimiento histórico. Es cierto que -posteriormente a 1968- el Estado, a través del Ejército o los cuerpos policiacos, se ha visto tristemente incriminando en actos igual de indignantes que el 2 de octubre: el halconazo de 1971, Aguas blancas 1995, Acteal 1997 Tlatlaya y Ayotzinapa 2014. Y por eso mismo es preocupante, contradictorio y extraño -en tema de simbolismos- que el Estado esté pidiendo disculpas por hechos históricos en los que ha participado el Ejército y por otro lado sea éste, a través de la Guardia Nacional, el encargado de cuidarnos a nivel nacional.
El país necesita paz, el pueblo lastimado merece una disculpa de parte del Estado; pero también debe castigarse a los involucrados en dichos eventos, sin importar si son líderes políticos, miembros del ejército o de algún cuerpo policiaco.
Como ciudadanos tenemos derecho a protestar; pero no debe atentarse contra la integridad de ningún otro ciudadano y no puede exigirse el castigo de un delito cometiendo otro: quemando librerías, rompiendo cristales de negocios o atentando contra el Patrimonio Histórico.
Todos debemos pugnar por un verdadero Estado de Derecho, pues sólo así lograremos construir un país libre, soberano y pacífico.

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