Twitter: @marisahurtadom

Los discursos son elementos estratégicos en el campo de las relaciones de poder. Son el reflejo claro de que cuando se tiene cualquier tipo de dominio (social, político, económico, religioso, militar, emocional, etcétera)…

… toda palabra que se emita, de la forma correcta, se puede convertir en un instrumento de influencia.

Partiendo de esta premisa, podemos entender el poderío del discurso como la capacidad de modificar unilateralmente la formar de pensar y de accionar de las personas, usando el lenguaje. Es lograr comunicar las representaciones propias que se tienen del mundo, al mismo tiempo que se persuade a los receptores a través de creencias, actitudes, valores y posturas.  Es por ello por lo que la oratoria resulta un elemento esencial en las estrategias de comunicación de diferentes líderes.

Un claro ejemplo de esto fue el famoso discurso de Martin Luther King Jr., “Yo tengo un sueño” (I Have a Dream), el cual abarcó un análisis social y político, y que fue desarrollado vigilando muchos aspectos de la comunicación, como la parte emotiva, la parte cruda de la realidad, y la parte humana. Asimismo, su emisor, al ser una persona sumamente carismática, logró persuadir a muchas personas que el racismo tenía que llegar a su fin, y que no se podía combatir el odio con odio, por lo que no sorprende que su mensaje haya logrado posicionarse como uno de los mejores discursos de la historia.

YouTube video

Otro ejemplo, fue el discurso de salida del expresidente de Estados Unidos, Barack Obama, en el que logró demostrar nuevamente sus grandes capacidades oratorias y su inteligencia emocional, al presentar, con un lenguaje sencillo, un recuento de sus grandes logros y momentos, al mismo tiempo que reconoció parte de sus errores. Por otro lado, llamó a la unificación de su país en un momento de mucha incertidumbre, agradeció a las personas que lo acompañaron en todo momento, y cerró utilizando la frase de la campaña que lo llevó a la presidencia, “Sí podemos” (Yes, We Can).

YouTube video

En un colosal contraste, encontramos la influencia de la oratoria de un Adolfo Hitler o un Hugo Chávez, que abogaron mucho a un tono autoritario e intimidante, a deformar la opinión de sus receptores y a atacar a todo aquel que no cayera en su persuasión. Fueron líderes carismáticos negativos, que se enfocaron en un mensaje agresivo, en el que buscaron relacionarse con un grupo determinado, y no con el público en general.

Finalmente, y tomando en cuenta el diferente estilo discursivo de estos líderes, uno puede concluir que:

El lenguaje es una herramienta fundamental para seducir a las audiencias. A través de la palabra, los líderes consiguen inyectar sus ideas, pensamientos, valores y demás a su público, mientras que simultáneamente logran justificar y legitimar sus acciones.