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El primer ministro de Etiopía es el mandatario más joven de África y en tan sólo 18 meses ha logrado que lo nadie hubiese imaginado, una auténtica revolución democrática y la firma de un acuerdo de paz con Eritrea.

Cabe recordar que Etiopía mantenía un conflicto con su vecino Eritrea desde 1998. Este país se independizó de Etiopía en 1993, proceso que se produjo en muy buenos términos. No obstante, pocos años después ambas naciones comenzaron a tener serias discrepancias por las fronteras, lo que derivó en una guerra por el control de un territorio fronterizo que en 24 meses dejó 80 mil muertos.

En diciembre del año 2000, los contendientes convinieron -a través del denominado Acuerdo de Paz de Argel-, un arbitraje obligatorio que los obligaba a cumplir compromisos como una zona desmilitarizada de seguridad de 25 kilómetros -dentro de Eritrea- ocupada por cascos azules de Naciones Unidas. A pesar de ello, la tensión se mantuvo y crecía entre ambos países. Se estima que Etiopía desplegó en la zona 100 mil soldados mientras que Eritrea lo hizo con 120 mil.

El conflicto que mantiene el estado etíope con Eritrea ha sido uno de los conflictos más duros y enquistados del planeta.

Abiy Ahmed, primer ministro de Etiopía, tuvo la habilidad y visión en las primeras semanas de su mandato, de hacer las paces con Eritrea, aceptando el Acuerdo de Fronteras al que hasta ahora se había opuesto su país. El pacto aun es frágil y debe concretarse, sin embargo, Ahmed dio un paso decisivo y valiente rumbo a una paz duradera entre vecinos.

De origen humilde -dormía en el suelo y de niño acudía todos los días a buscar agua al rio porque no había suministros en su casa-, Abiy Ahmed ha emprendido cambios de gran calado en un país marcado por profundos desequilibrios étnicos. En su afán reformista, que en el aspecto económico busca la apertura y liberalización comercial, ha encontrado fuertes resistencias. Tres meses después de su llegada al poder, le lanzaron una granada que le explotó a 20 metros, que, aunque no le causo ningún daño, si representó un aviso.

Para el primer ministro, el asumir el cargo supuso nuevos horizontes para la región, pero sobre todo para Etiopía. Ha liberado miles de presos políticos -muchos de ellos periodistas- y ha favorecido el retorno de los exiliados después de que el Gobierno previo declaró estado de emergencia como pretexto para cometer violaciones a los derechos humanos.

Por primera vez en la historia del país, ha nombrado mujeres en su Gabinete, el cual es paritario, e impulsó la llegada a la Presidencia de Etiopía de Sahle-Work Zewde, la única mujer Jefa de Estado en África. De igual forma, se ha convertido en el gran mediador regional como actor clave en la transición democrática de Sudán.

Ahmed tiene enormes desafíos por delante en un país con 2.3 millones de desplazados y fuertes divisiones étnicas. Su preparación, juventud y determinación le permitirán llegar a buen puerto.

El Premio Nobel de la Paz que le ha sido concedido por el Comité Noruego y que le será entregado en próximo 10 de diciembre, representa un justo reconocimiento a sus esfuerzos por lograr en la zona la paz, el diálogo, la tolerancia y la reconciliación, elementos que tanta falta hacen en nuestras sociedades actuales.