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Resulta paradójico el que Baja California se convierta hoy en el laboratorio de un potencial autoritarismo, ese que pareciera ser el modelo que el gobierno de López Obrador propone como alternativa a la democracia representativa.

Paradoja pues fue ahí donde inició la transición democrática durante la segunda mitad de los años ochenta del siglo XX, con el triunfo de Ernesto Ruffo, primero, en la alcaldía de Ensenada, y luego en la gubernatura de ese estado, bajo las siglas, ideas y propuestas del Partido Acción Nacional.

Eran los años del autoritarismo priista que perpetró, entre otros muchos, el gran fraude en Chihuahua durante 1986, el que poco a poco cedía paso al empuje cívico de una sociedad que encontró precisamente en el PAN el vehículo para sumarse a un proyecto político que a la postre lograría la alternancia en el Ejecutivo federal.

Baja California fue el primer estado en donde la entonces oposición logró el reconocimiento del triunfo electoral: que los votos contaran, que la decisión de la ciudadanía se respetara.

De ahí en adelante, y durante la siguiente década, las victorias electorales, las transformaciones legales y la construcción de nuevas instituciones modificaron el mapa político del país para que la pluralidad y la diversidad de opciones partidistas y ciudadanas fuesen representadas de acuerdo con la decisión de la sociedad.

Hoy, en cambio, Baja California se convierte en el campo de experimento para un modelo de democracia autoritaria que prescinde de las instituciones, que utiliza consultas sin sustento legal y pretende extender el mandato del actual gobernador, Jaime Bonilla, de dos a cinco años.

Esto, de la mano de diputadas y diputados locales que, otrora pertenecientes al propio PAN, decidieron avalar la propuesta de ley que faculta la posibilidad de contravenir lo que la ciudadanía expresó en las urnas: un periodo de dos años que permitiría homologar el calendario electoral con los procesos federales.

Con las y los representantes electos de la oposición en actitud servil y sometida a los designios del amo en turno, con la presión del gobierno federal manifiesta en la gira que el propio Andrés Manuel López Obrador encabezó el fin de semana en el estado, y con la ilegalidad de la consulta realizada el pasado domingo 13 de octubre, la democracia sufre los embates de quienes apuestan por un proyecto de país que desmantela uno a uno y con celeridad los contrapesos, las instituciones y los mecanismos que podrían evitar que el autoritarismo se instale como forma de gobierno.

Y si bien la Suprema Corte de Justicia de la Nación había fungido como dique frente a varios de estos intentos de concretar atropellos y abusos de poder, la renuncia del Ministro Medina Mora abre paso para que la voluntad del Presidente y su partido, Morena, sigan adelante con ese centralismo que apunta a la transformación de la democracia tal y como la habíamos conocido hasta hace pocos meses.

Construir una narrativa que designe el año 2018 como el “inicio” de una nueva etapa de la vida pública de México ha sido, desde la campaña presidencial, la intención clara y velada de López Obrador, sus voceros, partidarios y propagandistas.

Desmontar los engranajes de la democracia representativa es, a partir del 1 de diciembre de aquel año, la estrategia a seguir para consolidar un cambio incierto que lleva consigo, además, una polarización de la clase política que poco a poco se replica en sectores de la ciudadanía.

Utilizar a Baja California como laboratorio para la consolidación de un nuevo sistema es, de manera perversa, el camino a seguir para reemplazar los grandes logros de la transición democrática y poner en su lugar nuevos símbolos que marquen asimismo los “logros” de esta nueva etapa de la vida política del país.

Una maniobra que, como ayer ante el autoritarismo priista, debe hoy sumar voces, unir a la oposición, convocar a la ciudadanía y a las fuerzas políticas, empezando por aquellas bajacalifornianas, para denunciar y contener este embiste contra la democracia y el embuste de una consulta ilegal que aparece disfrazada de “voluntad popular”.

Ojalá exista la altura de miras para entender el frágil y peligroso momento que vive México.