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“La probabilidad de perder en la lucha no debe disuadirnos de apoyar una causa que creemos que es justa”.
-Abraham Lincoln
Sin duda una de las palabras más usadas en México durante los últimos 10 o 12 años es JUSTICIA.
Se pide justicia ante los desfalcos inconmensurables que algunos políticos han hecho y los daños que se generaron; se le menciona al momento de hablar de la corrección y necesidad de integrar a minorías en la toma de decisiones del poder político; se le usa como promesa de campaña en todos los niveles ante los abusos de gobiernos de otra corriente política; se le exige ante la violencia feminicida y de género que campea en nuestra sociedad; es la bandera de movimientos de pueblos originarios, en especial desde el levantamiento zapatista y ante los asesinatos de comunicadores, se le invoca.
Menciono los primeros casos que se me vienen a la mente, pero las causas que demandan justicia en México no cabrían en esta columna si los describiéramos uno por uno.
Y aquí inicia el gran dilema de la justicia en nuestro país, en el gran número y lo que significa cada una de ellas. No solo se han acumulado de cientos o miles de causas que piden, demandan o exigen justicia ante los abusos, despojos y olvidos de los que han sido objeto personas, comunidades y colectivos. Sino que todas y cada son una correctas y necesarias de atender.
La parte oscura es que cada parte de la sociedad que busca justicia implica una falla/ atropello/omisión de una autoridad o la acción ilegal de algún grupo de poder.
Alcanzar la justicia se complica aún más cuando consideramos que cada quién, desde su muy particular óptica, se ve como la causa prioritaria a resolver y, de paso, interpretan la palabra “justicia” de una forma particular. Y para colmo, estas interpretaciones terminan muchas veces por deformar la idea de justicia, al punto de dar este nombre a la venganza, nuevos atropellos surgidos de un enojo acumulado, así como el olvido de los DDHH y el debido proceso de aquellos que señalamos como responsables.
El último factor que complica alcanza una justicia medianamente aceptable lo constituye la ineficacia de nuestro sistema de justicia. Ineficacia que va desde leyes desactualizadas o contrarias a los derechos de las personas, hasta un sistema corrompido en el que muchas veces el que gana en un tribunal es el que tiene más recursos, sean económicos o de influencia.
Así pues, impartir justicia que sea digna de ese nombre en México es sumamente difícil y nosotros, los ciudadanos, también tenemos que aceptar nuestra parte de responsabilidad.
Demasiadas décadas permitimos que la corrupción y la impunidad crecieran a nuestro alrededor. Vimos con indiferencia que las demandas de justicia iban creciendo progresivamente, sin que nos importara si mataban a mujeres en Juárez, el narco se arraigaba al punto de parecer parte natural del ambiente de nuestra sociedad o si arrasaban con comunidades y selva en Chiapas. Nos volvimos un reflejo del famoso poema de Martin Niemöller “Primero vinieron…” y, en general, no nos organizamos sino hasta que sentimos nuestros intereses y seres queridos afectados
Todo se conjuntó en una tormenta perfecta, donde el Estado fue rebasado y la sociedad abrumada por la violencia y la impunidad.
La cereza del pastel, que vuelve sumamente difícil impartir correctamente la justicia es la actitud de canibalismo que a veces se presentan entre grupos agraviados, lo que lleva a que a veces se sientan con autoridad moral para minimizar o criticar a otros que logran conseguir atención de los medios o las autoridades, restándole credibilidad a todos.
Sin duda la justicia es un ideal y por tanto nunca se alcanzará del todo, pero nuestra sociedad necesita urgentemente que todos los ciudadanos nos apoyemos y dejemos de lado las diferencias artificiales que nos separan. Solo así podremos exigir a las autoridades que cumplan sus funciones y responsabilidades.
Las manifestaciones de la semana pasada en la CDMX, son un buen ejemplo de lo fácil que, se desvirtúan las luchas y la sociedad deja de poner el foco en las cosas importantes, como el peligro que implica ser mujer en nuestros días. Y eso es un foco de alerta que no debemos ignorar.
¿No lo cree querid@ lector@?