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Con fecha de 8 de marzo de 2019, la Fiscalía General de la República, mediante el oficio no. FGR/UTAG/DG/001697/2019, respondió a la solicitud de información mediante la cual requerí el nombre de las organizaciones criminales que operan en México, con sus células delictivas y los estados donde tienen presencia, con corte al 30 de noviembre de 2018.

Así, la FGR reconoció nueve organizaciones criminales: Pacífico, Arellano Félix, La Familia Michoacana, Carrillo Fuentes, Beltrán Leyva, Los Zetas, el Cártel del Golfo, Los Caballeros Templarios, y el Cártel Jalisco Nueva Generación; con un total de 36 células de estos grupos criminales. Sorprende, no obstante, que, de acuerdo con la información proporcionada, ninguna de estas organizaciones tiene presencia o células operando en la Ciudad de México.

Uno de los efectos de 12 años de la llamada guerra contra las drogas ha sido la fragmentación de los grandes cárteles que operaban en México.

En la década de los noventa y principios de los dos miles. Esta fragmentación llevó a que algunas de sus células se escindieran y se empezaran a formar grupúsculos independientes que, en el corto plazo, han peleado con otras células u otros grupúsculos independientes por sobrevivir dentro de la anarquía donde opera el crimen organizado.

Una de las consecuencias de los enfrentamientos por su sobrevivencia ha sido el aumento de las tasas de violencia o criminalidad a nivel local. Es decir, afectando directamente a la población en general y no ejerciendo la violencia únicamente contra otros grupos criminales. Estos grupúsculos han tenido que crear o reafirmar su capital en reputación frente a la población en general. Esto es qué tan creíble es una amenaza de estos criminales. Insisto, esto como medio para sobrevivir en medio de la anarquía en donde operan las empresas criminales.

La Ciudad de México no quedó exenta de este fenómeno.

Como ejemplo tenemos el Cártel de Tláhuac, el cual, en principio, era una célula asociada al cártel de los Beltrán Leyva, hasta que se volvió un grupo independiente después de la muerte de Arturo Beltrán Leyva en 2009. De 2009 a 2016 entró en un proceso de consolidación, luchando con otros grupos de narcomenudistas por el control de la plaza, aumentando sistemáticamente los índices de violencia al sur de la Ciudad de México. Las agencias de seguridad locales y federales se ocuparon de este grupo hasta que la violencia que empezaron a ejercer indicaba que estaba en vías de expansión, ya habiendo consolidado su poder en la CDMX.

¿Será cierto que la hoy FGR no tenía información sobre la presencia de organizaciones criminales o sus células en la Ciudad de México hasta noviembre de 2018? ¿Es acaso una clara muestra de negligencia en la responsabilidad de la Fiscalía en el combate al crimen organizado?

Quien sea que no esté haciendo su trabajo en el combate al crimen organizado, o contrarrestando las células que han dejado la fragmentación de éstas, es responsable de las tasas de violencia en la Ciudad de México (y en el resto del país) y de que eventos como el asesinato de dos ciudadanos israelíes en Artz Pedregal pudiera llevarse a cabo.

Las acciones del gobierno de la CDMX han estado más enfocadas en proteger la imagen de su jefa de Gobierno que en atender las condiciones de seguridad de la ciudad.

Asimismo, la federación debe reconocer la presencia de crimen organizado en la Ciudad de México y actuar en consecuencia, con más trabajo de inteligencia y no solo con la Guardia Nacional.