Twitter: @abi_mt
Cada vez que me topo con los nuevos encabezados derivados de la “mañanera”, los límites entre lo creíble y lo increíble se vuelven más borrosos.
No puedo evitar pensar escenarios en universos paralelos.
Imagino qué habría pasado si tras la publicación de La Estafa Maestra el presidente Peña hubiera salido a atacar al medio Animal Político desde la palestra pública (aunque no dudo que haya intentado otros medios de intimidación institucional velados), señalándolo como un enemigo de las reformas estructurales que necesitaba el país y su desarrollo.
Imagino qué habría pasado si, tras la investigación de La Casa Blanca del equipo de investigación de Carmen Aristegui, el presidente Peña hubiera realizado varias conferencias de prensa desacreditando públicamente a la periodista, haciendo públicos sus contratos con el sector público y sus relaciones con otras empresas, partidos políticos o cualquier otro tipo de información generado por los cuerpos de inteligencia del país bajo el pretexto de “ser transparente”.
No permitamos que los ataques abiertos a quienes opinan diferente se vuelvan cotidianos y aceptables.
Aunque el despido por parte de MVS a dos de sus colaboradores que derivó en la renuncia de la periodista, fue señalada por la propia Comisión Interamericana de Derechos Humanos como con un caso de posible censura, los esfuerzos de la autoridad en contra de estos medios fueron velados (sobra decir que el que hayan sido velados no los hace aceptables de ninguna manera).
Quizás el presidente Peña cometió un error tratando subrepticiamente de alimentar su sed de censura, quizás, le faltó descaro disfrazado de transparencia.
Le faltó mantenerse cercano a su audiencia (que la tenía) y alimentarlos con su visión del país, aunque la evidencia mostrara lo contrario. Le faltó atacar a un enemigo constantemente, una antítesis que le diera motivo a su plan de gobierno, porque la promesa de “mover a México” y la continuidad que ello implica no es tan atractivo como un nuevo comienzo, empezar de cero, aunque no sea lo que se necesita.
El descaro disfrazado de transparencia y apertura hoy parece muy redituable. Le llamo descaro porque no encuentro otro adjetivo para explicar que el presidente de la república hoy pueda aparecer en una conferencia a reprender a un medio que revela la participación de uno de sus “asesores empresariales” en un esquema de corrupción por el que actualmente persigue a funcionarios de la administración pasada.
Que tenga el atrevimiento de señalar al medio por “no portarse bien con su equipo”.
Me parece absolutamente descarado que ante la contundente investigación realizada por Animal Político sobre la red de corrupción que le ha generado ganancias millonarias a uno de su “súperdelegados”, al preguntarle qué seguiría después de la renuncia (esperando soñadoramente que en su respuesta hablara de una investigación y castigo a las conductas denunciadas) el presidente se remitirá a decir “a lo mejor el fin del mundo”, dando a entender que sí hay algo al margen de la ley y alguien por encima de ella.
Decir que “los buenos periodistas han apostado por la transformación” o que “es cómodo” que los periodistas defiendan que no tienen por qué tomar partido es una declaración digna de un universo paralelo. Un universo en el que los medios son propagandísticos y se parece mucho al priismo rancio del siglo pasado.
Aunque la 4T diariamente empuja los límites de lo posible, me parece muy alarmante que este tipo de posturas se reciban con total naturalidad.
Lo hemos visto en nuestro vecino del norte, en donde poco a poco Donald Trump ha normalizado que en uno de los países más influyentes del mundo el lenguaje presidencial sea sinónimo de misoginia, racismo, xenofobia descarados.
La administración de Peña sin duda cometió faltas reprobables que favorecieron la llegada de un nuevo régimen que prometió cambiar de rumbo, pero es difícil creer en ese cambio si las conductas del nuevo líder asemejan y amplifican conductas de quienes fueron rechazados mediante el voto.
No permitamos que los ataques abiertos a quienes opinan diferente se vuelvan cotidianos y aceptables. No permitamos que el descaro se confunda con transparencia. No permitamos que la cura se vuelva peor que la enfermedad.