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Joaquín Guzmán Loera, alias “El Chapo”, quién un día fuera uno de los narcotraficantes más poderosos del mundo, el líder del cartel de drogas más grande del continente americano e inclusive uno de los individuos más ricos del planeta (de acuerdo con la revista Forbes), no será ahora más que un reo más en la prisión de máxima seguridad federal (y la más restrictiva de Estados Unidos), ADX.

Guzmán de 62 años, que ahora será identificado por el número de recluso 89914-053, fue sentenciado a cadena perpetua y a pagar 12 mil 600 millones de dólares en reparación de daños, por el juez Brian Cogan, el pasado 17 de julio.

Con esto, termina una de las carreras criminales más brutales y de “abrumadora maldad” de la historia moderna.

No obstante, y como era de esperarse en un caso que ha dado tanto de que hablar, la defensa de Guzmán apeló la sentencia, bajo el argumento de que hubo irregularidades en el proceso y también se basaron en las condiciones carcelarias que vivió Guzmán.

Recordemos como el mismo Chapo decidió externar que, desde su perspectiva, no había sido un juicio justo y se quejó sobre su encarcelamiento en una prisión federal en Manhattan, al calificarlo de una: “Tortura psicológica, emocional y mental 24 horas al día”.

Resulta interesante que alguien que ha sido destapado como un torturador, un asesino y un corruptor de autoridades, decida apelar al lado humanitario de su caso…

Cuando ésta ha si la menor de sus preocupaciones cuando se trata de sus víctimas y sus crímenes, y cuando es uno de los individuos que, desde la actividad criminal, ha causado un irreparable daño a la sociedad y se ha cobrado la vida de incontables seres inocentes.

Se debe borrar para siempre la idea romántica que ha envuelto la historia del Chapo, de un supuesto Robin Hood, de un hombre solidario con su comunidad, de un humilde ser que hizo lo que tuvo que hacer para sobrevivir.

Es un delincuente, y como tal, no logró escapar de su adeudo, se le hizo responsable de sus crímenes, y ahora debe pagar, renunciando para siempre a su libertad, sin excusas, ni pretextos.