Twitter: @AleJuarezA

Hace poco el Secretario de Seguridad Pública Federal, Alfonso Durazo, declaró:

“Díganme ustedes el nombre de un civil que tenga el reconocimiento y la capacidad para dirigir a 50 mil militares”.

Con esto pretendía justificar que al frente de la nueva Guardia Nacional hubiera militares.

Aparte del autogol que esto significó, ya que el nuevo organismo de seguridad depende de él, el secretario expuso algo que pocas personas han advertido:

La falta de diálogo entre civiles y militares.


Aunque en los últimos años nuestro país ha vivido graves problemas de violencia e inseguridad y hay una amplia presencia de las Fuerzas Armadas, aún no existen canales abiertos de diálogo entre la sociedad civil y la milicia.

Para detallar esto, es necesario distinguir al menos cuatro aspectos.

1. Subordinación y respeto militar al poder civil. Las Fuerzas Armadas son leales al Presidente, que es el Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas y quien, en estricta teoría, debería respetar la Constitución y conocer a nuestras tropas para darles órdenes apegadas a derecho y acorde a sus atribuciones. Esto no ha ocurrido. Los Presidentes no han respetado la Constitución ni han conocido a las Fuerzas Armadas. De ser así, no se habrían dado episodios tan oscuros como la Guerra Sucia ni se les habría ordenado a nuestros pilotos, soldados y marinos que salieran a atender la seguridad pública, por no ir acorde a su preparación y funciones.

2. Confianza. Desde que el INEGI empezó a realizar la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública en el año 2011, nuestras Fuerzas Armadas han sido las instituciones que gozan de mayor confianza entre la población.

Esto, aunque es algo muy bueno, no implica que la población civil conozca a sus tropas.

3. Comunicación social. Las Secretarías de Marina y de la Defensa Nacional han hecho efectivas campañas mediáticas para mantener una buena imagen entre la población. En estas se exponen la voluntad y el compromiso naval y militar para servir a México. Aunque esto es positivo, no se atiende el necesario conocimiento que deben tener los civiles respecto a sus instituciones militares.

4. Por último, que un civil tenga el reconocimiento y la capacidad para dirigir militares implicaría, necesariamente, que sabe comunicarse con ellos. La declaración del Secretario Durazo, quien es el encargado de la seguridad pública del país, indica que ni él mismo tiene esa capacidad.

Esto que he descrito no sería posible sólo por causa civil. Las Fuerzas Armadas, a pesar de estar en las calles durante los últimos doce años y en contacto directo con la población, aún no rompen con su tradicional hermetismo. Mantener una buena imagen no ha implicado tener comunicación.

El importante y necesario paso para solucionar esta debilidad nacional es preparar profesionales «bilingües» que hablen tanto «civil», como «militar». Con «bilingües» no me refiero a que solamente manejen conceptos y códigos de comunicación, sino que comprendan formas de pensamiento.

Esto se puede empezar a atender desde las academias civil y militar. Actualmente abundan los seminarios académicos civiles en los que se analizan temas de seguridad y violencia, pero en muy pocos hay presencia militar. Una constante participación conjunta, que deje de lado los prejuicios existentes en ambos círculos, fomentaría el intercambio de ideas que, a la larga, formara este cuerpo de profesionales que necesita México.

#SolucionesDeRaíz