Twitter: @CLopezKramsky

Cuando se habla de inseguridad pública se tiene que admitir que no existen blancos ni negros, sino muchos tonos de gris. La inseguridad pública tiene muchas y muy variadas aristas y formas de ser medida; ninguna de ellas, por sí sola, puede brindarnos el escenario completo del fenómeno.

Tiene razón el presidente Andrés Manuel López Obrador al señalar que para combatir la inseguridad hay que erradicar las causas que la ocasionan, pero también se equivoca al desdeñar el trabajo policial de campo y de investigación.

El fenómeno de la inseguridad exige que se atienda desde todos sus ángulos.

La desgracia de este país en la materia, es resultado de que cada gobierno (federal, estatal y municipal) ha pretendido imponer una forma de combate a la inseguridad desde sus propias filias y fobias, sin soluciones integrales.

Para ejemplo bastan tres: el presidente Felipe Calderón Hinojosa basó su estrategia de seguridad, casi exclusivamente, en operativos policíacos para desmantelar a los grupos delincuenciales; el presidente Enrique Peña Nieto, a su vez, prefirió un esquema más reactivo, mientras que el presidente López Obrador parece concentrarse en la atención de las causas sociales, dejando en segundo plano la operación policial. El resultado en estos tres sexenios es evidente, la inseguridad pública no ha podido disminuirse y mucho menos erradicarse.

Ahora imaginemos estas contradicciones metidas en una caja de resonancia de 31 gobiernos estatales, más de 2 mil 400 municipales, una Jefatura de Gobierno y 16 alcaldías, cada uno con sus propios prejuicios y entendimientos propios e ideológicos de la inseguridad.

Es como una enorme orquesta en donde todos sus integrantes están haciendo música –sin duda- pero sin armonía. El resultado es el caos y ello lleva a que el público (la ciudadanía) sufra las de Caín.

Un elemento que pocos gobiernos toman en consideración al diseñar sus planes y políticas en materia de seguridad es la percepción. Se acaba de publicar el resultado trimestral de la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU), elaborada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) y los resultados muestran que, en las 70 ciudades más importantes del país, 73% de la población (siete de cada diez personas mayores de 18 años) se siente insegura en su ciudad y que más del 60% percibe que la inseguridad estará igual de mal o peor en los próximos meses.

La encuesta muestra también que la población tiene más confianza en autoridades federales: Marina (86.5%), Ejército (83.2%), Policía Federal (65.3%), policías estatales (49.8%) y policías municipales (41.4%), y que los lugares en donde se siente más insegura son los cajeros automáticos en vía pública (82.1%), transporte público (74.5%), bancos (69%), calles que habitualmente usa (65%), mercados (60.1%), carreteras (57.0%) y parques o centros recreativos (55.9%).

Es cierto, esta encuesta no refleja datos duros gubernamentales, refleja percepción, y ahí está su valía. Las estadísticas oficiales con las que los gobiernos tienden a medir la inseguridad siempre tendrán un sesgo insalvable. Es un hecho que la seguridad se debe construir desde lo local, y en ese sentido, esta encuesta ayuda a visibilizar lo que la población está viviendo; si la gente se siente insegura en los cajeros automáticos en vía pública, “quizá” es porque en esos lugares han experimentado asaltos, por lo que habría que revisar qué está ocasionando que sean un foco de temor.

Más aún, si el ciudadano siente inseguridad en un cajero, pero tiene desconfianza para acudir a un policía municipal para solicitar auxilio y no hay un efectivo de la Marina cerca (a quien sí le confían), entonces el fenómeno de inseguridad se agrava y se complica con el de la impunidad.

¿No sería razonable, para los gobiernos municipales, especialmente, analizar la percepción de su población, implementar acciones para disminuir la inseguridad donde la gente se siente insegura, mejorar la confianza en su policía municipal y atender lo que la ciudadanía considera como una amenaza? Seamos francos, ¿cuántos gobiernos municipales o estatales se acercarán al INEGI para obtener los resultados individualizados de su ciudad? Ahí hay una posible explicación a la inseguridad.