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Circo de tres pistas
Definitivamente muchos de los que opinamos no sabríamos cómo gobernar un país, un estado, vaya, ni una alcaldía, responsabilidades que por cierto no sólo requieren de sentido común como dijo el presidente en un discurso hace unas semanas. Gobernar debe ser una de las tareas más difíciles que alguien puede enfrentar, porque se habla de contribuir en el presente y futuro de un grupo de personas; no por nada existen la filosofía y la ciencia política.
Pero, si bien carecemos de esa experiencia, sí estamos en posición de señalar —porque nos representa— que Andrés Manuel López Obrador es un político bastante necio. Él es de esos hombres que una vez que se le mete una idea a la cabeza, difícilmente la cambia. No de a gratis llegó a la presidencia; su necedad es su mayor defecto y quizá su más grande virtud. Así lo ha demostrado con decisiones arbitrarias como la cancelación del aeropuerto, la refinería de Dos Bocas o su negativa por reunirse con otros líderes en la Cumbre del G20.
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Esta lectura no es parcial o infundada, pues el ahora ex secretario de Hacienda, Carlos Urzúa, comentó en una entrevista para la revista Proceso que, si bien el presidente es el político con mayor vocación social que existe hoy en día, también es un hombre con una sola visión: la suya. Así mantiene su plan de gobierno sin importar cuan difícil sea lograrlo o cuántos miembros del gabinete legal y ampliado terminen por abandonar el barco.
Y sí, es cierto que su plan contempla principalmente a los sectores de más bajos recursos quienes fueron olvidados durante al menos 30 años (cosa por demás loable) pero también es cierto que si no se hace lo que él dice —aunque no tenga la razón—, en automático te conviertes en un neoliberal, conservador, tecnócrata y ‘fifí’, adjetivos qué ahora carga Carlos Urzúa. Con él no hay puntos medios, todo o nada, situación que debilita poco a poco su embestidura como presidente, especialmente porque se le agotan sus principales recursos retóricos: el de responsabilizar a gobiernos anteriores (que fueron terribles, sin duda) y el de la argumentación con “otros datos”.
Yo no soy quién para decirle al presidente lo que debe hacer, en especial porque las batallas librada durante tres elecciones debieron dejarle un panorama amplio de cómo iba a recibir el país y qué se debe hacer con un México que parece cada vez más polarizado, con mayor desigualdad y definitivamente mucho más violento que cuando compitió por la presidencia en 2006.
Sin embargo, sí puedo aconsejarle (aunque nunca me vaya a leer) lo que ya no está funcionando: la primera es la mañanera diaria; controlar la agenda de esta forma no le funcionará por mucho tiempo, pues mientras los problemas que más afectan a la gente como son la delincuencia, el desempleo y la salud no se muevan en un sentido diferente, poco a poco sus actuales adeptos se irán separando. Informar es algo importante pero tantos discursos y tan seguidos sólo tienen paja y más de lo mismo.
La segunda es que debe abandonar esta idea de los recortes y la austeridad al machetazo.
Estoy de acuerdo con él que no puede haber gobierno rico con pueblo pobre y también en que gobiernos anteriores apostaban al dispendio inútil mientras temas como la educación no marcharon en 19 años, pero si el gasto no empieza a dirigirse a una inversión —como lo hicieron China y Corea— los programas sociales se volverán un gasto insostenible a mediano plazo.
En tercer lugar el presidente debe escuchar a su gabinete y exigirle cuentas.
Se supone que es el mejor de la historia y es justo concederle el beneficio de la duda, pero si no los deja actuar, les cambia el plan a las pocas horas y los desmiente en cada declaración, será inevitable que al final de su sexenio sea cambiado por completo, pues nadie soportará tal ritmo de trabajo en esas condiciones.
Cuarto y último; señor presidente sino toma distancia de su partido (qué sería lo más equilibrado) entonces hágase notar con fuerza y ponga orden.
No es posible que los miembros de Morena tengan todos los vicios, sobre todo porque usted mismo juró eliminar de la vida pública de México acciones como la compra de votos, el acarreo, el clientelismo. No conforme con eso, ahora se le suman prácticas dignas de un guion de Luis Estrada como la ampliación de mandato. No, señor presidente, eso no es realizar una transformación, eso es sólo afianzar las prácticas añejas de un pasado que no deseamos vivir más. Ojalá algún día escuche a quienes votamos por usted pues no siempre estamos de acuerdo con sus ideas. A final de cuentas, no somos sus adversarios.
De a tuit
El Rey León pinta bien pero ¿superará lo hecho por la versión animada hace 25 años? Casi estoy seguro de que no.