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“El capital no es un mal en sí mismo, el mal radica en su mal uso”.

-Mahatma Gandhi

El dinero, cómo se gasta y de qué forma se puede ahorrar, es para muchos mexicanos el gran tema de las discusiones sobre una posible reforma electoral en este sexenio.

Como ya hemos comentado, se han hecho reuniones públicas y privadas, foros y se han vertido ríos de tinta al respecto. Sin embargo el eje toral de toda la discusión es el gasto de miles de millones de pesos que se utiliza en el sistema electoral (partidos, instituciones, organización de elecciones, etc.).

De nuevo, mucho de lo que se comenta en medios y en las mesas proviene de una visión teñida de una visión política particular y no de hechos. Es cierto que el sistema electoral mexicano tiene un alto costo económico, pero también es cierto que existen muy buenas razones para ello.


En esta entrega hablaremos un  poco de uno de los gastos peor vistos: el financiamiento público de los partidos políticos y  de la propuesta de reducirlo al 50%.

¿Por qué le damos dinero a los partidos?

Esta es una pregunta muy interesante y su respuesta depende en gran medida de quién sea el que responda. Desde mi perspectiva, las dos razones que fundamentan que los partidos políticos en México reciban dinero del erario público son que se facilita relativamente la fiscalización en tiempos electorales y se busca generar competencia y equidad entre estos institutos.

¿Para qué sirve este dinero?

De nuevo, no es tan sencillo responder. El dinero del financiamiento público se encuentra altamente regulado. Los partidos deben usarlo para sus actividades del día a día, para capacitar a sus cuadros, para fomentar la equidad de género al interior de sus filas, pagar sus campañas políticas y financiar la organización de su estructura. Claro que mucho de esto queda en duda gracias a la perenne opacidad con la que se manejan.

¿Qué pasa si  se les quita la mitad o de plano todo el dinero?

Seguramente muchos anhelan que eso ocurra. Nos ahorraríamos algo así como 12 mil millones de pesos al año, entre el financiamiento que les da la federación y el que otorgan los estados.

Ahora bien, es cierto que este dinero serviría para comprar más o menos mil millones de chocotorros o para financiar la construcción de unas 6 mil escuelas, si costasen 2 millones de pesos, pero no nos dejemos engañar por la idea que eso solucionaría el problema de país o del dinero sucio y la corrupción en la política.

Uno de los problemas principales es que los partidos son opacos, a lo que se  suma  que las autoridades electorales no tiene suficientes atribuciones, dientes cómo a veces se dice, para poder seguir y fiscalizar el uso correcto de los millones asignados y castigarlos cuando rompen las reglas.

Ahora, si le quitamos de golpe la mitad del dinero a los partidos en este momento no se fomentaría la democracia, por el contrario se estaría realizando una acción que favorecería a un solo partido, el que tiene el control del gobierno. Si quitamos la mitad del dinero sin modificar nada más dejaríamos a varios partidos sin dinero para pagar salarios o gastos de funcionamiento, además de imposibilitar que adquieran esos recursos de forma legal.

En otras palabras, se mataría a esos partidos por inanición de forma legaloide pero poco democrática.

El único que seguiría recibiendo un enorme monto de dinero, más de 700 millones de pesos, para funcionar después del recorte (de hacerse en este momento) sería Morena, con lo cual tendría más de tres veces el financiamiento que usó en 2018.

Ahora imagine usted la idea de quitar todo financiamiento público. Seguramente no habría ningún problema pues en México no existen poderes fácticos que desean comprar candidatos o partidos y lograr así enquistarse en el poder público para favorecer sus intereses de grupo. Ningún narco, cártel, traficante de personas, empresa ecocida, negociante sin escrúpulos o alguna otra lacra buscaría financiar un partido político y hacerse con una parte del poder político nacional.

(Nota: todo el párrafo anterior fue puro sarcasmo).

Otra vez, el caldo y las albóndigas

Como en otros temas de la reforma electoral, se debe evaluar si es conveniente de verdad quitar este financiamiento, sin dejarnos llevar por modas o austeridades sin plena justificación. Y al decir conveniente no me refiero a la suerte de los partidos políticos, sino al tipo de país que se dejará a los mexicanos.

Por reducir millones de pesos podemos retroceder 40 o 50años a la era del partido hegemónico, reducir la competencia política en las elecciones, la representatividad de grupos minoritarios o dejar abierta una puerta para que mafias y rufianes tomen del todo el control del país….y por vías legales.

Creo que es demasiado riesgo, un costo tan alto que no se puede contabilizar en pesos y centavos…¿no cree querid@ lector@?